Le pedí al Señor que me ayudara a tener éxito, no académicamente, sino en aquella oración. Le pedí que me permitiera ser un estudiante fiel de su Palabra, y que él pudiera ser alabado como resultado. Después de eso, gran parte de mi miedo desapareció. Pude editar (sin piedad) mi investigación para que el recuento de palabras volviera a bajar a 3200 palabras. Tomé todas mis cosas y regresé a la Fakultät. Después de una, dos, y tres presentaciones, el Dr. Ross, presidente de aquella sesión en particular, me llamó al podio. Tuve una última oración rápida recordando el Salmo 115:1 y comencé mi presentación.
Una de las primeras cosas que se enseñan en la homilética es que rara vez resulta positivo o útil que el predicador se disculpe por alguna falla de su parte. Esto también es cierto en cuanto a hablar en público. Sin embargo, mi voz estaba literalmente a punto de desaparecer. Así, contra las reglas de la retórica y el discurso público; comencé disculpándome por la falta de potencia y volumen de mi voz. Habiendo dicho eso, hice mi mejor esfuerzo para comunicarme de la manera más clara y efectiva posible, y hacer énfasis apropiados donde se debían hacer. De repente, me di cuenta de que la gente estaba comprometida. Realmente estaban prestando atención. Algunos tomaron fotografías de las diapositivas presentadas y de las traducciones de papiros mostradas. En ocasiones, algunos asentían con uno o dos comentarios, o tomaban notas rápidas (quizá para investigar más a fondo algunos de los conceptos presentados). La sesión de preguntas y respuestas posterior fue fructífera y estimulante. Parte de la conversación se prolongó hasta el coffee-break. Los académicos fueron muy amables, estoy seguro. Pero, lo más importante, es que el Señor contestó mi oración. Hice lo mejor que pude, pensando en Él y para su gloria. Me alegré y agradecí. Y aún más estaba por venir.
Creo que después de que terminaron las sesiones de la conferencia ese día, fui por algo de comer y luego dormí durante aproximadamente 16 horas hasta el día siguiente. Realmente necesitaba descansar. El día siguiente fue mucho más agradable. Me sentí mucho mejor. El Dr. Ross presentó su investigación y tuve tiempo de interactuar con otros académicos y hacer aún más conexiones con personas de distintas universidades en el extranjero.
El Dr. Ross encontró una Iglesia protestante internacional que se reunía esa noche, así que nos unimos a la adoración sin estar muy seguros de qué esperar. Fue un servicio bastante agradable. La liturgia fue hermosa (aunque hubo un par de canciones más allá del gusto habitual de los Presbiterianos Reformados). El evangelio fue predicado. Hubo oración responsiva y también oración congregacional. Puedo decir con seguridad que volvería a esa iglesia si por alguna razón me encontrara en Zúrich nuevamente un domingo por la tarde. Ese día, decidí no publicar nada sobre la conferencia hasta que volviera a Charlotte, pasara un tiempo con mi familia, y compartiera con mi esposa cuán misericordioso y bondadoso el Señor había sido conmigo a través de esta experiencia. Mi corazón estaba alegre y agradecido, y solo quería detenerme y disfrutar la bendición de Dios; lo cual hice nuevamente junto al lago comiendo un buen Zürich Wurst, tal como lo hizo Zwingli en 1522 durante la cuaresma para comenzar la Reforma en Suiza, un evento conocido como Sausagegate. Mientras hablaba y comía, llegó una notificación a mi celular. Un estudiante de doctorado, muy amable, quien estuvo presente durante mi presentación compartió una foto en una red social con comentarios positivos sobre el trabajo. Esto también fue compartido por otros, de modo que estoy bastante seguro de que mi última oración —que el Señor sea glorificado a través de este esfuerzo académico— fue respondida. Estoy seguro de que mi familia y yo alabamos al Señor por su bondad, y sé que muchos de ustedes han hecho o harán lo mismo.
Hay muchas cosas que me llevaré de esta experiencia. Entre ellas, el hecho de que los eruditos son personas (mas o menos) normales. Sí, a menudo tienen intereses oscuros y la energía para investigarlos. Pero también son divertidos y amables, sudan cuando hace calor, se entristecen cuando comparten problemas familiares, y sus ojos se iluminan cuando hablan de sus investigaciones como si fueran niños mostrando un juguete nuevo. A veces, los eruditos pueden parecer profesores intimidantes que no conocen más que su oficina y sus libros. Pero el hecho es que ellos son, como tú y yo, también portadores de la Imago Dei. Además, me sorprendió mucho (para bien) cuando escuché a personas compartir la iglesia de la que procedían en sus países de residencia, o en qué ministerios están involucrados. Por supuesto, no todos allí son cristianos, tal vez muchos (o la mayoría) no lo son. Y, sin embargo, no existe una animosidad tan marcada contra aquellos de nosotros quienes abiertamente y sin problema creemos en la Biblia.
No sé si el Señor seguirá abriendo puertas en el ámbito académico. Y, sin embargo, esta experiencia ha sido ya de gran ayuda y formativa en la manera como pienso en la academia cristiana y reformada. Primero, hay un lugar para las personas que quieren glorificar a Dios a través de la excelencia en la investigación. Segundo, la arena académica es un gran campo para el esfuerzo evangelístico. Las personas allí también necesitan el evangelio, y muchas relaciones, tarde o temprano, llegarán al punto en que se harán las preguntas más fundamentales de la vida, y solo una cosmovisión cristiana puede proporcionar una respuesta consistente y confiable. Tercero, a través de cada investigación, la oración es mi mejor herramienta. Mi fin último es crecer en santidad, no sólo en conocimiento. Después de experimentar de primera mano las grandes profundidades de mi propia ignorancia mientras escuchaba muchas mentes brillantes; no puedo dejar de pensar en Dios como el Creador Omnisciente. Esto me lleva a adorarle. A final de cuentas, después de toda esta ardua investigación, después de horas, días y meses de luchar con piezas complejas de información para armar una imagen que postula un conocimiento “nuevo”, este es el resultado:
“…la verdad y el conocimiento es pensar los pensamientos de Dios tras él”
—Cornelius Van Til
*Quiero agradecer a cada una de las personas que oraron por mí durante este proceso, a todos los que me apoyaron económicamente, a los miembros de Christ Covenant Church, y mis iglesias en México, a los profesores de RTS, a mis amigos y familiares. Un agradecimiento especial a mis padres, quienes me ayudaron y animaron de diversas maneras durante el proceso, a mi suegra, que viajó hasta Charlotte para ayudar a mi esposa con los niños, y al Dr. Ross, por “empujarme” a hacer esto. Laura, gracias por aguantar noches de desvelo, horas extra en el seminario, y mis emocionantes conversaciones sobre contraseñas y espigas. Te amo. Alabado sea Dios de quien viene toda bendición.
Gracias a todos y, por favor, continúen orando ya que el proceso de edición para la publicación de la investigación aún no termina (espero tener todo listo para el invierno).