¿Por Qué Ser Amigo de un Bautista?…Siendo Yo Presbiteriano
Para quienes nos agrada la historia de la iglesia, muchas veces podemos leer pasajes de la misma en los que parece que tal o cual denominación eran extremadamente celosas de sus tradiciones; tanto así, que en ocasiones condenaban, incluso a muerte, a quienes no pensaban igual.
Existen dos reacciones extremas ante estos pasajes históricos; la primera es la negación absoluta, el pensar que todo esto no ocurrió, y que si ocurrió es porque estaban mal en todos los sentidos. “Debemos olvidarlo y seguir adelante”. La segunda reacción equivocada es una añoranza del pasado como si en él estuviera la perfección y plenitud de nuestra denominación: “¡Ah, cómo desearía volver a aquellos días en los que podíamos condenar a nuestros enemigos, exponerlos públicamente y así purificar la iglesia! ¡Esos sí eran verdaderos varones de Dios, valientes y esforzados!” En mi opinión, ambos extremos derivan de una falta de entendimiento de lo que la historia es, y por ende, de cómo utilizarla.
Ahora bien, lamentablemente, mucho de ambas posturas ha prevalecido en las iglesias evangélicas hasta el día de hoy. Aún recuerdo la primera vez que escuche que alguien “era bautista”, como si fuese de otra especie distinta a la mía. También recuerdo tiempo después la primera vez que escuche que las diferencia “no importan”, siempre que creamos en el mismo Dios. El propósito de este breve artículo es mostrar un abordaje balanceado del asunto.
Pareciera decir que sólo soy amigo de un hermano bautista. La realidad es que no. No es uno. En realidad, ni siquiera me he puesto a contar los amigos bautistas que tengo, pues son tantos, que me llevaría más tiempo del que me gustaría tener disponible. La pregunta en mente es: ¿Es posible tener hermanos y amigos bautistas, siendo presbiterianos, sin tener que renunciar a mis convicciones denominacionales? Mi respuesta es: Sí.
Iré más allá y diré que no sólo es posible, sino que es recomendable, y prácticamente necesario para nuestro crecimiento espiritual y nuestra santificación. Y aquí están, brevemente, cinco razones bíblicas para ello:
Porque Son Mis Hermanos en Cristo
Cristo no murió sólo por los presbiterianos, ni por ninguna otra denominación específica. Cuando nuestro Señor vivió entre nosotros y, más aún, murió por nosotros, no lo hizo considerando quiénes iban a ser presbiterianos, quiénes bautistas, quiénes reformados holandeses, quienes anglicanos reformados, etcétera. Cristo murió por sus elegidos, de muchas tribus, naciones, y sí, denominaciones distintas (aún por algunos “sin denominación”). ¿Qué no quiero decir con esto? No quiero decir que la denominación no importa. ¡Por supuesto que importa! Deseamos estar en denominaciones que hayan probado ser ordenadas, que hayan probado ser históricas, deseamos estar en una denominación, por sobre todas las cosas, que predique el verdadero evangelio de Jesucristo. Por eso no soy alguien que buscará estar en una denominación que se formó recién el jueves pasado. Reconozco que existe cierto valor en buscar la mejor denominación a la que el Espíritu me dé el entendimiento de reconocer como bíblica; y para eso hay que estudiar la Palabra. Pero nunca debemos decir que nuestra salvación depende de nuestra denominación.
Pablo escribe a los gálatas lo siguiente:
No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3:28 LBLA)
Y podríamos agregar ‘presbiteriano ni bautista’… En el contexto, no es el propósito de Pablo decir que no existe absolutamente ninguna diferencia entre judíos o gentiles, o entre esclavos y libres, ¡o entre hombres y mujeres! Sino que las diferencias que existen no son suficientes para separarnos de nuestra unidad más grande que se encuentra en Cristo Jesús.
Porque Aman el Evangelio y la Verdad
Un segundo motivo por el cual creo que las relaciones fraternales entre presbiterianos y bautistas es saludable, es porque creo que debo ser amigo de todo aquél que esté buscando genuinamente la verdad.
Él que anda con sabios será sabio, mas el compañero de los necios sufrirá daño (Proverbios 13:20 LBLA).
La Palabra nos manda a buscar la compañía de tales personas. Es cierto que podemos encontrar sabios y necios prácticamente en todos lados. Pero en el sentido bíblico, la sabiduría es equiparada con el temor al Señor (Proverbios 1:7). En este sentido, nuestros hermanos bautistas son un verdadero ejemplo de sabiduría. Como presbiterianos, no debemos confundir las diferencias doctrinales secundarias con necedad. Nadie en su sano juicio llamaría a Piper, MacArthur o Steven Lawson: “¡necios!” Por el contrario, no ha habido una sola ocasión en la que pueda decir que algún hermano bautista es bautista a causa de su necedad. Lejos esté de mi decir tal cosa, y de ellos hacerla. Lo que es claro en cada ocasión, es que ellos (como nosotros) buscan de todo corazón obedecer y someterse a su Señor. Esto nos llevará, tanto a presbiterianos como a bautistas a la unidad en el punto más importante: El Evangelio. Un evangelio que es sólo a través de Cristo, sólo por la gracia de Dios, sólo por medio de la fe, y sólo para la gloria de Dios, con base solamente en la Palabra de Dios como autoridad.
…ellos buscan de todo corazón obedecer y someterse a su Señor. Esto nos llevará, tanto a presbiterianos como a bautistas a la unidad en el punto más importante: El Evangelio.
Porque Me Llevan a Analizar a Detalle Mis Convicciones
Honestamente, todo aquel presbiteriano que haya tenido un amigo bautista, recuerda quizá el primer momento en el que se enteró que el bautismo de infantes “no está en la Biblia”. Sin dar argumentos a favor ni en contra en este artículo (aunque, por supuesto, me parece que la Biblia sí enseña dicha forma de bautizo), la realidad es que el impacto que para mí significó escuchar eso por primera vez, me llevó a estudiar más y cavar más profundo en el tema.
El hierro con hierro se afila,
y un hombre aguza a otro.
(Proverbios 27:17 LBLA)
En mi caso, la infinidad de horas que he pasado hablando sobre el tema con mis amigos bautistas me ha llevado a infinidad de horas de estudio, lo cual ha derivado en una seguridad cada vez más profunda del bautismo infantil como una enseñanza bíblica. Por otro lado, estoy seguro que lo mismo ha sucedido de su parte. Cada vez que debatimos el tema, es necesario que regresen a estudiar y muchos de ellos saldrán más convencidos de la doctrina que defienden. Y creo que esto, el buscar la verdad para enseñarla, da gloria a Dios.
Porque Me Retan a la Acción
La siguiente frase debería ser más que suficiente para describir esta razón: Enviados México existe porque mis amigos bautistas existen. Fueron ellos los que me llevaron a dar inicio a este proyecto, y ellos son pieza fundamental, sin la cual este proyecto no existiría hoy. Ellos han orado por mí y conmigo, y son ellos a quienes debo todo el crédito por animarme a “hacer algo”. ¿Por qué? En parte, y ultimadamente, porque fueron el instrumento que Dios usó para ello. Pero existe una realidad igual de profunda: Su denominación tiene una larga historia de “movimiento a la acción”. Como presbiterianos, nuestro orden es quizá una de las marcas denominaciones más bella. Pero a veces esa belleza es una belleza que tarda en dar resultados (y eso está bien). Al tener tantos cuerpos de gobiernos, en ocasiones ideas se ven abandonadas en el camino de la burocracia eclesial (y eso también está bien). Pero nuestros hermanos bautistas tienen una larga historia de no sólo decir, sino tomar acciones conforme a lo que han dicho. Creo que tenemos mucho que aprender de ellos en este respecto.
Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. (Efesios 5:15-16 LBLA)
Sin pensar ni siquiera por un instante que la lentitud en los procesos derivados del orden del presbiterianismo es algo necio o insensato; creo que nuestros hermanos bautistas en muchas ocasiones pueden ser un buen ejemplo de cómo aprovechar muy bien el tiempo, tanto como denominación como pensando en individuos específicos.
Porque Son Compañeros de Lucha
Una de las cosas más tristes que le ha sucedido a la cristiandad hoy no es que hayan olvidado que están en una lucha; sino que han olvidado quién es el verdadero enemigo. Como cristianos, estamos en una lucha espiritual no contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades. Luchamos contra el príncipe de la potestad del aire y sus dominios y demonios. Luchamos verdaderamente contra el Diablo, el Mundo, y la Carne (pasiones pecaminosas). Pero al parecer, el exceso de libertad que tenemos hoy en occidente nos ha llevado a olvidar esta lucha y hacernos luchar unos contra otros. Nada más lejos de la verdad ni más cerca de la necedad.
Una de las cosas más tristes que le ha sucedido a la cristiandad hoy no es que hayan olvidado que están en una lucha; sino que han olvidado quién es el verdadero enemigo.
¡No deseamos luchar contra nuestros compañeros en la guerra! Deseamos conocerlos, deseamos poder confiar en ellos, deseamos estar allí cuando lo necesiten y que estén para nosotros en necesidad. Más aún, deseo que estén orando por mí. Y así mismo, deseamos orar por ellos. Pablo, tras explicar el uso que se le debe dar a cada una de las piezas de la armadura de Dios; nos deja una instrucción:
Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu, y así, velad con toda perseverancia y súplica por todos los santos… (Efesios 6:18-19 LBLA énfasis agregado)
Pablo no manda a los efesios a orar sólo por los efesios. ¡Los manda a hacerlo por todos los santos! Por lo que la primera razón de esta lista es de tremenda importancia. Dado que nuestros hermanos bautistas forman parte de esos santos; Pablo nos dio la instrucción de orar por ellos; y a ellos de orar por nosotros.
Agustín de Hipona escribió lo siguiente: Imítense los unos a los otros en oración, como con una rivalidad santa, con un sólo corazón, pues no combaten unos contra otros, sino contra el demonio, quien es el común enemigo de todos los santos.[1]
Así pues, creo firmemente que es posible, recomendable, y prácticamente necesario ser amigo de quien sea que sea nuestro hermano en Cristo, que busque y ame la verdad y el evangelio, que nos haga crecer en el conocimiento de la Palabra, que nos mueva a la acción por causa del evangelio, y que sea nuestro compañero de lucha espiritual. Si resulta que esta persona es presbiteriana, bautista o de cualquier otra denominación, ¡gloria a Dios!
¿Elimina o pone en riesgo todo esto mis convicciones denominacionales? No; por el contrario, las fortalece. ¿Voy a dejar de recomendar iglesias presbiterianas a quienes estén conociendo la fe? ¡No! Seguiré haciéndolo. Pero también tengo la libertad de recomendar algunas iglesias bautistas a quienes estén en busca de una. ¿Qué voy a pensar cuando una iglesia bautista donde el evangelio está siendo fielmente proclamado y la Palabra esté siendo fielmente predicada florezca? ¡Gloria a Dios por la diversidad dentro de su único cuerpo, que no es la iglesia presbiteriana, sino la iglesia universal! ¡Gracias a Dios por mis hermanos bautistas, que proclaman fielmente el Evangelio de Cristo!
A todos mis amigos bautistas, hermanos, y compañeros de lucha; ustedes saben quienes son. Sigan orando por mí, nosotros oramos por ustedes.
Notas:
[1] Agustin de Hipona, “Letters of St. Augustin,” in The Confessions and Letters of St. Augustin with a Sketch of His Life and Work, ed. Philip Schaff, trans. J. G. Cunningham, vol. 1, A Select Library of the Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church, First Series (Buffalo, NY: Christian Literature Company, 1886), 469.