23 Feb 2021

Teología Elemental: Adopción

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Por Dr. J. Alberto Paredes

Siguiendo las recomendaciones de un mentor, de vez en cuando me doy a la tarea de escribir una breve introducción a algunos términos técnicos que forman parte de las creencias más elementales de nuestra teología. Trataré de explicar una idea teológica de la forma más sencilla posible y en menos de 800 palabras (comenzando ahora).

¿Te has preguntado por qué nos llamamos hermanos entre los miembros de la iglesia? O bien, ¿qué nos da derecho de ser llamados hijos de Dios? La doctrina de la adopción es una de las más hermosas que encontraremos en la Escritura. Ella responde a esas dos preguntas de una forma que lleva nuestros corazones a arder en amor por nuestro Padre.

Al estudiar la doctrina de la adopción, hay tres aspectos principales que me gusta considerar. En primer lugar, que la adopción es una obra trinitaria. En segundo lugar, que tiene su base las promesas del pacto de gracia. Finalmente, algunas aplicaciones de esta doctrina en nuestras vidas.

Adopción y Trinidad

La Palabra nos enseña que una vez que hemos depositado nuestra fe en Cristo para salvación, pasamos a ser hijos de Dios. ¿Cómo sucede esto? Es interesante que la adopción está íntimamente ligada a la obra redentora de Cristo. Es decir, sin adopción no hay salvación. La relación tan estrecha entre estas doctrinas está en que ambas suceden por lo que conocemos como Unión con Cristo. Al unirnos a Él, recibimos los beneficios de su obra redentora. Pero hay más. Debido a nuestra íntima unión con Jesús, su identidad como Hijo pasa a ser también nuestra identidad como creyentes. En Él, somos adoptados por el Padre para ser hijos de Dios. 

En la adopción, la Trinidad está involucrada. Pablo nos muestra que el Padre elige a quienes serán adoptados en Cristo desde la eternidad (Ef. 1:3, 5); que en el tiempo preciso, la obra del Hijo hizo esta adopción segura (Ga. 4:4-7); y que el Espíritu Santo la aplica a nuestras vidas para que finalmente podamos llamar Padre a nuestro Dios (Ro. 8:14-17). Igual de interesante es ver, que nuestro antiguo padre era Satanás (Mt. 13:38; Jn. 8:39-44; Hec. 13:10; Ef. 2:1-3, 1 Jn. 3:10), de cuyo dominio Dios nos rescata al adoptarnos.

Adopción y Pacto

Ahora bien, ¿de dónde viene esta adopción? Al igual que la salvación, viene de las promesas del pacto de gracia de Dios para con su pueblo. Ya desde el Antiguo Testamento, podemos comenzar a ver sombras de esta doctrina cuando se nos habla de la línea de Set como los hijos de Dios (Ge. 6:1-2)cuando Israel es llamado hijo (Ex. 4:22-23), y cuando Dios es llamado Padre (Is. 63:16; 64:8; Jr. 31:9).

Sin embargo, quizá la forma más especial donde vemos el concepto de Dios como Padre es en el contexto del pacto que hace con David diciendo:

Yo seré padre para él y él será hijo para mí… (2 Sa. 7:14a)

Interesantemente, Pablo, en 2 Corintios, toma el verso que el profeta escribe refiriéndose a la promesa de Salomón (2 Sa. 7:14a) ¡y lo aplica a la iglesia! Él escribe:

Y yo seré para vosotros padre,
y vosotros seréis para mí hijos e hijas,
dice el Señor Todopoderoso. (2 Co. 6:18)

Así vemos que la adopción está basada en el pacto que Dios ha hecho para con su pueblo, y por tanto, en el amor y la fidelidad de Dios a pesar de que nosotros seamos un pueblo infiel.

Adopción y sus Aplicaciones

Esto tiene diversas aplicaciones para la vida del creyente. Primero, que nuestra identidad está en ser hijos de Dios por nuestra unión con Cristo. Además, que no sólo Cristo es nuestro hermano (Ro. 8:29), sino que tenemos una familia más grande que es la iglesia. Siguiendo, que, en Cristo, como hijos, seremos coherederos y copartícipes de su gloria (Ro. 8:17). Que tenemos total confianza y seguridad de acercarnos al trono de la gracia de nuestro Padre Celestial (He. 4:16), aunque sabemos también que, como hijos, estamos sujetos a la disciplina de nuestro Padre (He. 12:6-7).

Por último, el hecho que Dios nos haya elegido no solo para ser salvos, sino junto con ello para ser sus hijos, nos lleva a nuestros corazones a llenarse de gozo que se manifiesta en adoración (Ef. 1:5-6). Por otro lado, esto también nos lleva a considerar la práctica de la adopción dentro de la iglesia. Entendemos por qué Dios está tan interesado en las viudas y los huérfanos (Ex. 22:22-24; Job 29:12-13; Sal. 68:4-5; Sant.1:27).

Así como nosotros estuvimos necesitados y fuimos adoptados, estamos llamados a ayudar a aquellos en necesidad (Ef. 5:1). En algunas ocasiones, el llamado será a adoptar o ayudar a quienes adoptan hijos dentro de la iglesia. Históricamente, los cristianos han sido y deben seguir siendo quienes más niños adopten a nivel mundial.

La doctrina de la adopción es una que nos enriquece como iglesia, y que cuando descubrimos, debe avivar la llama de nuestro amor por Dios, nuestro Padre, y por nuestros hermanos en Cristo.

Médico graduado de la Universidad Anáhuac Mayab. Director y Fundador de Enviados México. Maestro en Divinidad y Maestro en Estudios Teológicos, y por el Seminario Teológico Reformado de Charlotte, Carolina del Norte. Autor del libro “Santa Cena Virtual”. Ha publicado entradas en otros ministerios como Dios es Santo; y artículos oficiales en el Christian Research Institute. Pasión creciente por la Palabra, y pasión por Latinoamérica.

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