25 Dic 2018

El Mejor Regalo del Mundo

El Hijo se encarnó para darnos vida y principalmente para regresarnos a una gozosa comunión con el Padre. Esto es lo que celebramos en estos días: La Encarnación del Hijo a favor de la humanidad caída.
Por Pbro. Luis García

 

Existen algunos regalos que simplemente cambian mucho nuestra vida. Recuerdo, que cuando tenía 12 años mi mamá me regaló una Biblia; ese regalo transformó mi vida y se convirtió en mi mayor deleite. De hecho, esa Biblia fue la que me acompañó en muchas de mis conversaciones que tenía sobre el Evangelio con otras personas. Otro regalo que recuerdo muy bien fue cuando tenía 17 años; mis padres me regalaron mi primer auto. Ese regalo cambio mucho mi vida. Me dio más libertad, puesto que ya podía ir a donde quisiera cuando quisiera. Ese regalo facilitó mucho mi vida.
Y estoy seguro de que, si les pregunto sobre algún regalo que haya cambiado sus vidas o beneficiado en algo, creo que la mayoría tendríamos uno que otro por ahí. El punto es que hay regalos que simplemente cambian mucho nuestra vida.

Hoy hablaremos sobre un regalo que procede de los cielos y que transforma todo en nuestras vidas. Pero antes de hablar de ese regalo tenemos que detenernos y ver cómo éramos cuando aún no teníamos este grandioso presente. Y la razón de esto es porque, saber cómo era nuestra antigua posición y condición delante de Dios, nos ayudará a apreciar y ver cómo este regalo de gracia lo cambió todo en nosotros.
Así que pasemos al pasaje de Efesios 2 para observar cómo éramos antes de que disfrutáramos de este maravilloso regalo de parte de Dios.

Desarrollo

Versículos del 1-3 dicen así: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Así que…¿cómo éramos antes de que este regalo cambiara nuestra vida y posición delante de Dios?

Estábamos muertos espiritualmente por causa de nuestros pecados. Esto significa que no podíamos ni queríamos agradar a Dios, más bien, vivíamos “conforme al príncipe de la potestad del aire” esto es, según los deseos, pensamientos y caminos de satanás. Éramos esclavos de satanás y del pecado y por esa razón, vivíamos como dice Pablo “en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos.”
Todo esto éramos antes de que Dios se apiadará de nosotros. ¿Crees que mecíamos algo bueno de parte de Dios siendo como éramos? Bueno, déjame decirte lo que nos esperaba si Dios no hubiera actuado a favor del pecador. El versículo 3, la última parte dice: y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
La frase “éramos por naturaleza hijos de ira” quiere decir que éramos objetos del enojo santo y justo de Dios; éramos merecedores, por causa nuestros pecados, del castigo de Dios. Esto significa que todo ser humano que vive sin Cristo está bajo la ira de Dios. Como dice Juan 3:36 “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”

¿Qué sucederá cuando Dios haga caer su ira sobre los incrédulos?

El libro de Apocalipsis nos da la respuesta: Los reyes de la tierra, los magnates, los jefes militares, los ricos, los poderosos, y todos los demás, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas. Todos gritaban a las montañas y a las peñas: «¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la mirada del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día del castigo! ¿Quién podrá mantenerse en pie? … Luego vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo, sin dejar rastro alguno. Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros, y luego otro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros. El mar devolvió sus muertos; la muerte y el infierno devolvieron los suyos; y cada uno fue juzgado según lo que había hecho. La muerte y el infierno fueron arrojados al lago de fuego. Este lago de fuego es la muerte segunda. Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego. (Apocalipsis 6:15-17; 20:11-15)

Eso era lo que nos esperaba; eso era la ira divina que merecíamos.

Y es en medio de toda esta oscuridad que brota una resplandeciente luz de esperanza. Los versículos 4,5 y 8 nos revelan esa esperanza de escape, esa salida para no estar más bajo la ira de Dios.

Pablo escribe: Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) … Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.

Todos estos versículos nos revelan que Dios hizo algo para cambiar nuestra condición de estar muertos en el pecado y nuestra posición de estar delante de Dios como el objeto de su ira. Dios hizo algo para cambiar eso y lo que hizo fue enviarnos a su Hijo, a Cristo el Señor. Juan 3:16 nos dice: Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Hermanos, el regalo que lo cambio todo en nuestra vida es la salvación que Cristo ganó para nosotros. O para ser más específicos, Cristo es el regalo de Dios para nosotros.
Ahora me gustaría hablar brevemente sobre lo que produjo este regalo en nuestra vida. Como dije al inicio, hay algunos regalos que simplemente cambian la manera en que vivimos, y este regalo, que es Cristo, no es la excepción.

¿Cómo nos cambió este regalo? 

Primero, cambió nuestra posición delante de Dios. Si recuerdan, antes Dios nos veía con ojos de ira por causa de nuestro pecado. Bueno, ahora ya no hay más ira, sino solo misericordia, bendición, perdón, reconciliación, comunión, gozo y felicidad en Dios.

Segundo, cambió nuestra condición espiritual o carácter moral. Si recuerdan, Pablo en este pasaje nos dijo que, antes de recibir este regalo de gracia estábamos muertos en nuestros pecados teniendo todo tipo de malos deseos y haciendo conforme a lo que le agrada al diablo y no a Dios. Bueno, ahora Dios ha comenzado un cambio gradual en nuestra naturaleza pecaminosa mediante el cual está alineando cada vez más nuestros deseos para que sean los deseos correctos, principalmente, el deseo de glorificar a Dios en todo.

Por último y en armonía con lo anterior, este regalo ha hecho que podamos practicar lo que es bueno, que podamos realizar buenas obras. Es decir, que tengamos una conducta diferente, no perfecta, pero cada vez más apegada a la voluntad de Dios. Por eso Pablo termina diciendo en el versículo 10: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Hermanos, este regalo de salvación por gracia lo ha cambiado todo en nuestra vida.
Pero queda más por decir, este regalo tuvo un precio muy alto. Este regalo de la gracia de Dios tuvo un costo inimaginable e imposible para cualquier otra persona poder pagar.

¿Cómo logró Cristo este regalo de la salvación y vida eterna? ¿Cuál fue el precio de este maravilloso regalo de tenerlo a Él como nuestro Dios y Salvador?

Si recuerdan, dijimos que la ira de Dios estaba sobre nosotros. Y la realidad es que esa ira no solamente podía desaparecer. Es decir, alguien tenía que absorber, tomar, aplacar, satisfacer esa ira divina. Ese castigo, por causa del pecado, no podía ser pagado por un ángel, ni mucho un ser humano pecador; tenía que ser alguien divino, pero también alguien humano, pero sin pecado, y ese alguien es Jesús, el Dios que se hizo hombre. El Dios-Hombre fue quien recibió todo el furor de Dios Padre en nuestro lugar al morir en la cruz. Fue a través de su sacrificio y vida de perfecta obediencia que Jesús logró y aseguró una nueva identidad para nosotros. Escuchen lo que Pablo les escribe a los filipenses.

La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (2:5-8). Y también 2 Corintios 5:21: Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.

Hermanos, el Hijo de Dios hizo todo esto para poder reconciliarnos con el Padre y así disfrutar, no solo de salvación y vida eterna, sino de disfrutarlo a Él. Ven lo grande que es el amor de Dios. Él se encarnó para darnos vida y principalmente para regresarnos a una gozosa comunión con el Padre. Esto es lo que celebramos en estos días: La Encarnación del Hijo a favor de la humanidad caída.

Si aún no tienes este regalo y te preguntas como lo puedo recibir. La respuesta es: deja de intentar salvarte a ti mismo y pon tu fe en Cristo como único y suficiente Salvador. Ven a él en arrepentimiento y fe y recibirás el mejor regalo del mundo: la salvación, vida eterna, y sobre todo a Cristo mismo.

Termino con esto, ¿cuál habrá sido el propósito final de que se nos diera este regalo de gracia?

La respuesta está en los versículos 6 y 7, que dice: y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

El propósito principal de nuestra salvación y de tener a Cristo como nuestro más grande
deleite es la gloria de Dios. Dios nos salvó para que todos vieran lo grande y maravilloso que es su gracia, su amor, su bondad.

Conclusión

En esta temporada celebremos con gozo la venida del Salvador, de aquel que nos libró de la ira de Dios al recibirla él mismo en la cruz. Y vivamos en obediencia a él por tan grande amor. Dios les bendiga.

Licenciado en Sagrada Teología del Seminario Teológico Presbiteriano San Pablo de Merida, Yucatan y profesor del mismo desde el 2015 en las areas de Biblia y Teología. Pastor ordenado por la Iglesia Nacional Presbiteriana de Mexico desde el 2015 y autor del libro Post tenebras, lux: Recobrando la doctrina reformada. Puedes seguir su contenido en https://www.facebook.com/SoliDeoGloria8/

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