¿Una vara, o ninguna? ¿Jesús limpió el templo al inicio de su ministerio, o al final? ¿Era uno o dos endemoniados Gadarenos? Es innegable que cuando leemos los evangelios de forma paralela, parecen existir diversas versiones de la misma historia. Las pequeñas discrepancias que existen entre los evangelios han sido el motivo de muchas críticas sobre su historicidad y confiabilidad. Pero, ¿es necesario dudar de la historicidad de los evangelios debido a estas distinciones?
Mi propuesta es que, al entender la forma en la que se escribía la historia en la antigüedad, y las posibles teorías de interrelación entre los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), el creyente estará capacitado para dar respuesta a las críticas en el mundo actual, además de fortalecer su confianza en estos documentos tempranos sobre la vida de Jesús.
Aclarando Algunas Cosas
Afirmando la Inerrancia Bíblica
En primer lugar, el creyente no debe temer las diferencias en lenguaje o discrepancias entre dos relatos sobre el mismo evento. El creyente afirma la inspiración de la Escritura, y su inerrancia. La pregunta no es si existen diferencias, sino, ¿son estas diferencias suficientes para desconfiar de la Biblia?
Siendo que la Biblia es inspirada por Dios, estas discrepancias deben poder ser explicadas de un modo congruente y racional. Si esto es así, el creyente no tiene qué temer a estas diferencias, sino más bien debe poder comprender sus causas y si fuera posible, poder proveer algunas explicaciones para aquellos que genuinamente tengan preguntas al respecto. (Por supuesto, no explicaremos en este artículo todas las discrepancias existentes, quizá más adelante podamos trabajar en ello).
¿Qué es un Evangelio?
Actualmente, para considerar un documento como histórico, se supone que ese documento estará dando datos sobre un evento en un orden cronológico. Los libros de historia en la actualidad nos ayudan a entender las causas y consecuencias de los eventos de mayor importancia para una sociedad, o para establecer relaciones entre varios eventos. Es por esto, que al ver que los evangelistas no eran tan cuidadosos en el orden cronológico en el que relatan episodios de la vida de Jesús, inmediatamente esto causa cierta incomodidad en el lector moderno.
Ahora bien, la historia no ha siempre sido la misma. La forma moderna de hacer historia no era la misma que se tenía en la antigüedad. Los evangelios parecen tomar características de las biografías Greco-Romanas (BGR). Estas características no son iguales a las biografías modernas. Las BGR, eran documentos de un solo autor, que hablaban sobre una persona histórica, en un espacio de 20 000 a 40 000 palabras siguiendo una cronología general, pero con análisis temáticos que podían romper esta cronología. Otro dato interesante sobre las BGR, es que generalmente eran documentos desbalanceados. Es decir, no cubrían con igual atención la infancia, juventud, y otras etapas de la vida del personaje en cuestión. Cuando analizamos los evangelios vemos que aproximadamente el 50% de cada uno está dedicado a la última semana de vida de Jesús.
Por otro lado, se ha propuesto también que los evangelios son más que simples BGR. Los evangelios parecen ser documentos pactuales. Cuando vemos los evangelios y el Pentateuco lado a lado, nos damos cuenta de una sin fin de similitudes. Entre ellas están que ambos recuentan las obras de Dios para con su pueblo en respuesta al pacto que ha hecho con ellos. Vemos que hay un paralelo entre la centralidad de Moisés como mediador del antiguo pacto, y la centralidad de Jesús como mediador del nuevo pacto. Vemos que ambos escritos son una combinación de narrativa y enseñanza teológico-práctica. Y el tema principal en ambos es la redención de Dios a través del mediador del pacto.
La importancia de esto es que, al estar frente a los evangelios debemos recordar que, si bien son históricamente ciertos, al mismo tiempo son documentos dados por Dios para su pueblo, para recordarles su intervención maravillosa en la persona de Cristo Jesús, y esto no podemos dejarlo de lado.
¿Qué es una Contradicción?
Finalmente, antes de hablar sobre cómo interpretar el texto cuando parecen haber distintas versiones, debemos recordar qué es y qué no es una contradicción. Una contradicción es cuando dos proposiciones no pueden ser lógicamente compatibles al mismo tiempo y en el mismo sentido. Por ejemplo, tomemos “Sergio está vivo”, y “Sergio está muerto”. Podemos decir que ambas son ciertas si el primer Sergio y el segundo Sergio son diferentes personas, si son la misma persona pero no las oraciones no suceden al mismo tiempo, o si bien vivo y muerto no están siendo utilizados en el mismo sentido (Sergio está vivo, pero está ‘muerto de hambre’). Sólo es una contradicción si se refiere al mismo Sergio, suceden al mismo tiempo, y se usan en el mismo sentido. Por definición, una misma persona no puede estar viva y muerta a la vez al mismo tiempo y en el mismo sentido.
Entender bien qué es una contradicción es muy importante, puesto que lo que los críticos dicen que es “contradictorio” en los evangelios, ni si quiera se acerca a cumplir esta regla. Sobre todo, son diferencias en detalles que pueden ser todas ciertas sin ser contradictorias.
¿Cómo Aproximarse al Texto?
1. Cada Evangelio es Distinto
Cuando estamos frente a un evangelio, debemos recordar que fue escrito por un autor en específico y con un propósito particular en mente. Estas particularidades se ven reflejadas en el texto bíblico. Juan no suena como Marcos, y Marcos no suena como Lucas y Mateo. Cada quien tiene un estilo que lo caracteriza. Muchas de las diferencias entre los evangelios pueden ser atribuidas a cuestiones de estilo.
Además, cada evangelista escribe su evangelio con una audiencia definida en mente. Esto no quiere decir que los evangelios no sean de utilidad universal para la iglesia hoy, sino que al momento de leer e interpretar cada evangelio, debemos preguntarnos: ¿a quién le está escribiendo Mateo? ¿A quién le está escribiendo Marcos? Etcétera. Por ejemplo, uno de los ejemplos más claros está en el prólogo del evangelio de Lucas. Allí Lucas indica de forma explícita que el documento que está escribiendo es para Teófilo (Lc. 1:3-4). Por otro lado, Mateo no identifica una audiencia específica, pero al leer las conexiones con profecías del Antiguo Testamento, la genealogía de Jesús hasta Abraham pasando por David, Judá, Jacob e Isaac, y los paralelos entre Jesús y Moisés, es claro que tiene al pueblo judío en mente. Así pues, a quién está dirigido cada evangelio es casi tan importante como quién lo escribe. Y por último, debemos preguntarnos: ¿cuál es el propósito del evangelista al escribir?
Responder esta última pregunta nos llevará a determinar el énfasis de cada autor. Si mi propósito es proveer esperanza en medio de la persecución, el énfasis de mi escrito será uno. Si mi propósito, en cambio, es mostrar a Jesús como el Mesías esperado por los judíos, entonces, mi énfasis será distinto. Cada propósito nos da distintos énfasis, y cada énfasis nos lleva a distintos detalles en la narrativa que otro autor con otro énfasis pudo haber decido omitir.
Al entender que cada autor tiene un estilo, una audiencia, y un énfasis específicos nos ayudará a entender el porqué de algunas de las diferencias entre las narrativas de los evangelios.
2. Jesús Como Maestro
Si eres o conoces a algún maestro o pastor, sabrás que quienes enseñamos de forma continua y en distintos lugares es común que “reciclemos” material que hemos usado en otras clases o con otras audiencias, o bien, que enseñemos lo mismo en distintos puntos de tiempo y distintos lugares. Como todo excelente maestro, es bastante posible que Jesús también repitiera sus enseñanzas. Esto explica dos cosas.
En primer lugar, ¿cómo es que quienes le acompañaban pudieron memorizar grandes porciones de esas enseñanzas? No es difícil de imaginar, que si escuchamos el mismo mensaje una y otra vez, seamos capaces de recordar de excelente forma el contenido del mensaje. El hábito y arte de la memorización es algo que el sistema de educación actual tristemente ha perdido, pero preguntemos a nuestros abuelos y ancianos conocidos, cuantas cosas necesitaban memorizar antes de los teléfonos inteligentes. La memoria humana es sorprendente.
Por otro lado, esto podría explicar distintas situaciones en las que Jesús parece dar la misma enseñanza. Uno de los ejemplos clásicos es la oración del Padre Nuestro. Cuando estudiamos sus versiones en Mateo 6:5-15 y en Lucas 11:1-4 nos damos cuenta no sólo de que existen variantes menores en las palabras utilizadas. Lo más interesante es ver el contexto en que la enseñanza emerge. En Mateo, la oración del Padre Nuestro forma parte de una enseñanza más larga conocida como el Sermón del Monte, mientras que en Lucas, la oración viene cuando uno de los discípulos le pide a Jesús que les enseñe a orar (Lc. 11:1). Entonces, ¿Jesús enseño el Padre Nuestro en el Sermón del Monte o porque un discípulo se lo pidió? Nuestra respuesta es, ambas, sólo fueron ocasiones distintas para traer la misma enseñanza.
3. Perspectivas Opuestas
Imaginemos la escena: En una corte, se presentan dos testigos para hablar sobre el mismo robo. EL primer testigo asegura que el ladrón apareció a la izquierda del vehículo rojo con placas YZT-2222 y su pantalón era azúl con camisa negra. El segundo testigo, le dice al juez que el ladrón apareció a la derecha del vehículo rojo con placas YZT–2222 y su pantalón era azul con zapatos negros y camisa blanca.
Nuestra reacción casi inmediata es pensar que alguno de los dos testigos está equivocado en alguno de los detalles que otorgó. El ladrón no pudo aparecer a la izquierda y a la derecha del vehículo al mismo tiempo. ¿O sí? De hecho, ambas versiones son completamente compatibles. Imaginemos que cada testigo está viendo el vehículo desde perspectivas opuestas. El primer testigo ve el frente del vehículo, y el segundo ve la parte de atrás. Ambos logran ver las placas porque ese vehículo rojo tenía placas tanto delanteras como traseras. Resulta que el ladrón tenía una camisa que era negra por delante y blanca por detrás (terribles gustos). Y ciertamente llevaba unos zapatos negros.
Si tuviéramos un tercer testigo que nos diera la vista del lado donde apareció el ladrón, el nos aclararía que el ladrón se bajó del lado del copiloto y llevaba una camisa blanca con negro. Pero, imaginemos a un cuarto testigo que viene del lado del piloto. Él nos dará otro detalle, no era un sólo hombre, eran dos. Desde su perspectiva, el vio al conductor que permaneció en el vehículo, no se bajó en ningún momento. Sólo esperó, y se fue.
El punto de esta pequeña historia ficticia es que veamos que diferentes perspectivas pueden ser objetivamente ciertas, y de forma aislada aparentar contradicciones. Cuando ponemos todas las perspectivas juntas, tenemos una vista más completa y real del evento. En los evangelios es algo similar. Aún en los pasajes más difíciles, si estamos seguros que es el mismo evento el que tiene lugar, los detalles distintos sirven para completar el cuadro, y no como ocasión de desconfiar del texto bíblico.
En conclusión, cuando veamos una discrepancia entre los textos paralelos de los evangelios, recordemos que la forma de hacer historia en la antigüedad no es igual a la forma como hacemos historia moderna. Recordemos que el autor, su estilo, su audiencia y su énfasis podrían explicar la discrepancia. Recordemos que puede ser que la misma enseñanza tenga lugar en contextos, momentos, y lugares distintos. Recordemos que detalles distintos no son necesariamente contradictorios, sino que proveen una imagen más completa del evento en cuestión. Pero, sobre todo, recordemos que estamos ante un texto especial. Estamos ante la Palabra de Dios, y Dios no puede contradecirse. Oremos con humildad para entender el pasaje, y seamos diligentes en estudiar en la medida de lo posible el texto. Seamos pacientes con quienes tienen preguntas genuinas, pero estemos también preparados para contestar sus preguntas en amor.