¿Desea Dios que Todos Sean Salvos?
Pero, amados, no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. (2 Pe. 3:8-9)
La tradición Reformada tiene como una de sus doctrinas centrales la elección y predestinación de quienes serán salvos. En pocas palabras, estas doctrinas muestran que Dios elige y predestina a un determinado grupo de personas para salvación, y sólo estas personas serán salvas por la fe en el Hijo de Dios.
El texto presentado al principio ha sido uno de los que vez tras vez salen a la luz cuando alguien desea desafiar esta doctrina, a nuestro parecer, bíblica. A continuación, presentaré tres formas de entender este texto, y cual me parece la mejor según la propia evidencia del pasaje.
Sí Quiere, Pero No Puede
En primer lugar, tenemos quienes muestran este texto como una clara evidencia de que Dios desea salvar a todo el mundo. Es apropiado presentar el problema que tenemos si tomamos la postura que propone que, aunque Dios desea salvar a todos, por uno u otro motivo, Él no puede o no logra hacerlo.
Cuando pensamos de este modo, terminamos con más preguntas que soluciones. Aunque por un lado esta postura resguarda la libertad del ser humano de decidir sobre su salvación, nos deja al final con un Dios que no es todopoderoso, pues, aunque parece querer algo, es evidente por otros pasajes que este objetivo no se logrará (Mt. 7:21-23, 8:12, 13:42, 50, 22:13, 24:51, 25:30. [Sólo por dar algunos ejemplos en Mateo]). O bien este Dios no puede quebrantar el libre albedrío del corazón humano, o en realidad no quiere hacerlo en cuyo caso, el texto pierde sentido.
Voluntad Preceptiva VS Voluntad de Decreto
En segundo lugar, se ha tratado de interpretar el texto a la luz de la distinción entre la voluntad preceptiva y decretativa de Dios. La voluntad preceptiva hace referencia a lo que Dios ha revelado de forma general como la forma en la que la humanidad debería conducirse. Por ejemplo, la voluntad preceptiva de Dios es que no haya homicidios. Sin embargo, es evidente que existen homicidios en el mundo. ¿Cómo podemos explicar esto? Aquí es donde la voluntad decretativa entra en juego.
Si bien es evidente que hay algunas cosas sobre las que Dios se pronuncia en contra, al mismo tiempo, creemos que Dios es soberano y está en control de absolutamente todo. Así pues, aunque su voluntad preceptiva es que no hayan homicidios (Ex. 20:13), es también evidente que Dios decretó el homicidio de Jesús como parte de su plan de salvación (Hec. 2:23).
Aplicando las mismas categorías, algunos interpretan este texto como una muestra de la voluntad preceptiva de Dios a la luz de la abundante evidencia de pasajes que muestran que muchos se perderán. Aunque es posible interpretar el pasaje de esto modo, y personalmente creo que las categorías de voluntad preceptiva y decretativa de Dios son útiles, creo que no son necesarias en este pasaje.
Una Interpretación Más Natural
Es importante tener en consideración a quiénes está dirigida esta porción bíblica. Pedro es claro cuando se refiere a los receptores de la carta como aquellos que han recibido una fe como la [suya] (2 Pe. 1:1). Es decir, cristianos gentiles dispersos de la iglesia universal. Más aún, el mismo pasaje en cuestión hace referencia a ellos como ‘amados’. Al seguir la línea de pensamiento de Pedro estos ‘amados’ son los mismos que ‘vosotros’ en el verso 9. Siguiendo la misma línea del argumento, veremos que el pasaje es más claro. Permítanme ilustrarlo con agregando énfasis personal:
Pero, amados, no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie [de vosotros] perezca, sino que todos [vosotros] vengan al arrepentimiento. (2 Pe. 3:8-9).
Al ver el texto de esta manera, es más claro que Pedro está hablando de que Dios es paciente para que aquellos amados, quienes son partícipes de la misma fe de los apóstoles, es decir, la iglesia(!) no se pierda. La razón por la que Dios no ha traído sobre nosotros el juicio y la segunda venida de Cristo, es porque no todos lo que el Señor ha predestinado en Cristo (Ro. 8:29-30; Ef. 1:3-5) han creído aún. En ese sentido, Dios no sólo no quiere que nadie de los suyos perezca, y podemos estar seguros que nadie perecerá (Jn 10:28). Podemos confiar en que Dios cumplirá su propósito.