12 Oct 2018

¿Por Qué El Hombre No Es Feliz?

La felicidad que los hombres buscamos tiene una característica. Deseamos que sea perfecta. ¿Qué quiere decir esto? Deseamos que la felicidad que encontremos sea real, inmutable y…
Por Dr. J. Alberto Paredes
Dr. J. Alberto Paredes
Si algo en común tenemos todos los seres humanos, es nuestra necesidad de buscar la felicidad. Anhelamos ser felices. Esto es evidente y una constante a través de todas la culturas y de todas las épocas. Podemos tomarlo como un axioma: el hombre quiere ser feliz. Pareciera que está escrito en nuestro código genético que la actividad principal del hombre es buscar la felicidad. ¿Qué nos lleva a buscar ésta felicidad? ¿Y porqué, después de tantas generaciones antes que nosotros, continuamos aún en la búsqueda de la misma?
Respondamos primero, la segunda pregunta. La felicidad que los hombres buscamos tiene una característica. Deseamos que sea perfecta. ¿Qué quiere decir esto? Deseamos que la felicidad que encontremos sea real, inmutable y trascendente. Estos elementos son fundamentales para que nuestra felicidad pueda ser segura, constante, y reconocida como perfecta. ¿Porqué deseamos una felicidad perfecta? Bueno, la respuesta a esto es sencilla en realidad, podemos encontrar felicidad (o más bien satisfacción o placer) temporal, sin embargo esta no nos llenará por completo, sino que deja un vacío más grande que la satisfacción temporal que trajo al principio. No encontramos plenitud en una felicidad temporal. Es por este motivo que la felicidad que el hombre busca es una felicidad perfecta.
Ahora bien, revisemos los elementos de una felicidad perfecta, que es la que buscamos, y comparémosla con las cosas o personas en las que normalmente tratamos de buscar nuestra felicidad. Al final, el ejercicio es tratar de decidir si le estamos apostando a lo correcto cuando se trata de algo tan importante como buscar nuestra felicidad.

1. Real (accesible).

La primera característica, es que la fuente de una felicidad perfecta tiene que existir en la realidad. Tiene que ser accesible. No puede derivarse de un concepto abstracto como los números, porque los conceptos abstractos son producto del mismo pensamiento del hombre. Si nuestra felicidad pudiera ser derivada de nuestra mente, no tendría ningún sentido este artículo y todos en realidad deberían ser absolutamente felices con solo pensar en ello. Pero esto no es así. La realidad de este mundo demuestra algo completamente diferente. Aunque está en nuestra mente el concepto de felicidad, y el deseo de aqduirirla, no tenemos la habilidad ni el poder de generarla. Requerimos de fuentes externas para que podamos acceder a ella. La fuente de la felicidad debe ser ‘extra nos’, fuera de nosotros y evidentemente, real.

2. Inmutable.

Para que nuestra felicidad sea segura, perfecta, necesitamos que sea estable. Para que sea estable, necesitamos que no sea dinámica; es decir, que no cambie. Si la fuente de nuestra felicidad cambia (muta), ¿qué nos da la seguridad de que continuaremos siendo felices con esta fuente de felicidad? Por ejemplo, existía un restaurante durante mis primeros años de universidad que cual frecuentaba con amigos entrañables para conversar y filosofar sobre la vida. Era un lugar que vendía lo que a mi me gustaba comer, el ambiente era ideal, la compañía era ideal, el precio era ideal. Sin temor a equivocarme puedo decir que existía un tipo de felicidad en mí que se encontraba presente durante esas cenas. Sin embargo, y por cuestiones que no vienen al caso mencionar, el restaurante cerró por un tiempo, y cuando abrió de nuevo la administración era diferente. Está de más mencionar que el restaurante ya no es lo que en un tiempo fue, y que esta felicidad, desapareció junto con la primera administración.
Encontramos en esto dos problemáticas; la primera es que el restaurante no es un lugar donde pudiera vivir, no tenía esta felicidad todo el tiempo (es decir, no era completamente accesible todo el tiempo), pero además de esto, el segundo problema que se presentó es que, al cambiar un elemento de los muchos que conformaban mi felicidad de aquellos martes por la noche, la felicidad entera se fue. Solo fue necesario cambiar la administración, para que esto influyera en todo lo demás. La carta cambió, la comida no era buena, mis amigos ya no iban, no había con quién platicar, el trato era distinto. Esto mismo pasa cuando ponemos nuestra felicidad en otras cosas mutables o dinámicas. Las personas cambian, las relaciones cambian, la ciencia cambia, el efecto de las drogas cambia en cuanto nos comenzamos a acostumbrar a ciertas dosis, lo material se descompone, los trabajos se acaban, el éxito no es eterno. Sin la inmutabilidad, no puede haber estabilidad. Sin la estabilidad, nuestra felicidad no puede ser perfecta.

3. Trascendente.

Los seres humanos somos seres trascendentes. Si no crees que esto es correcto, probablemente seas naturalista, en cuyo caso, no tiene sentido hallar la felicidad, puesto que no existe propósito en la vida, y si no hay propósito, la felicidad en sí es un abstracto inalcanzable, de manera que este artículo no es para ti. Para el resto de la población, la trascendencia es algo inherente al ser humano. Es lo que nos diferencia de los animales, las plantas o una roca. Y trascender implica que la realidad no se puede limitar al plano material, sino que existe algo más, algo que podemos llamar, una realidad inmaterial (o espiritual si el término no te incomoda). Trascendencia implica una capacidad para superar los límites del tiempo y del espacio. Esto tiene implicaciones severas en la búsqueda de la felicidad y de propósito en nuestras vidas. Es simple, necesitamos una fuente de felicidad que no se acabe, que trascienda, como nosotros. De otro modo, ¿qué sentido tendría buscar felicidad tras felicidad, cuando estas son limitadas, y a sabiendas que cuando nosotros trascendamos, aquella felicidad hallada en el mundo material no podrá trascender con nosotros? ¡Ninguno! Si la felicidad que encontramos es real (accesible) e inmutable pero no trascendente, no nos sirve de nada en nuestra búsqueda de una felicidad perfecta.
Para que nuestra fuente de felicidad sea catalogada como perfecta, tiene que contar con los tres elementos expuestos. No puede prescindir de uno, porque se ha expuesto ya cómo afectaría el estado de perfección de una felicidad plena. Ahora bien, habiendo presentado los elementos que harán de nuestra fuente de felicidad, una felicidad perfecta podemos deducir dos premisas:
1. No existe cosa creada en este plano material que cumpla con los elementos necesarios para proveer la felicidad perfecta que necesitamos.
Las cosas materiales son reales (accesibles) pero son dinámicas y no trascendentes. Los números son inmutables, y algunos podrían decir que trascendentes (aunque difiero), pero son abstractos. Las personas son reales y trascendentes, pero son dinámicas. Ninguna cosa creada puede ser fuente de una felicidad perfecta.
2. Sólo existe un Ser que cumple todos los elementos de una fuente de felicidad perfecta: Dios.
Dios, real, inmutable, trascendente. Dios perfecto. Sólo la fuente de la perfección puede aportar felicidad perfecta a nuestra vida. Nada creado, sólo el Creador.
Dios es el único ser perfecto, en cuyo seno se encuentra la felicidad del hombre. En la glorificación de Dios, en la recreación en Dios, en la relación con Dios se encuentra la felicidad del hombre. Esto es motivo de gozo para los creyentes. Y esta es la razón: fuimos creados con el propósito de glorificar a Dios y gozar de El para siempre. Este es el fin principal del hombre. Revelado según las Escrituras en Rom 11:36, 1 Cor. 10:31, y el pasaje que se expone a continuación:
¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán;
Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta.
Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien;
He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras.
Salmos 73:24-28
El salmista entendió que la felicidad plena, perfecta podría hallarse únicamente en Aquel a través de quien y para quien se hicieron todas las cosas.
El problema es el siguiente, aunque Dios creó al hombre con la necesidad de buscarle, el hombre cayó, y su habilidad para buscar a Dios cayó con él. Esto es un problema enorme, continuamos con la necesidad de satisfacer nuestro deseo de felicidad plena en Dios, pero estamos imposibilitados para buscar la única fuente que la puede proveer. Y lo que es peor, al no cumplir con el propósito para el cual fuimos creados, en un estado de indefensión ante un Dios justo y tres veces santo, la consecuencia de no encontrar la felicidad, la consecuencia de no buscar a Dios, la consecuencia del pecado es la muerte eterna. La infelicidad eterna. Las consecuencias y sufrimientos de la infelicidad temporal que encontramos en esta vida serán exponencialmente mayores después del juicio final. Pero, Dios, en su infinito amor y su misericordia, cuando nosotros estábamos imposibilitados para buscar la fuente de la felicidad, y condenados a una eternidad de infelicidad inexpresable, resolvió para Su gloria, el problema por nosotros. Dios irrumpe en la historia de la humanidad, en el momento preciso en forma de hombre en la persona del Hijo. Cristo Jesús viene para rescatarnos de esta consecuencia de la caída. Cristo viene y vive una vida perfecta, muere en la cruz en propiciación por nuestros pecados, el Padre le resucita en Gloria, y con esto se restablece la relación perdida entre el hombre y su Creador. El hombre de nuevo puede buscar a Dios. El hombre tiene de nuevo acceso, por la gracia de Dios, y solamente por Su gracia a la felicidad. Cuando antes estábamos imposibilitados para cumplir el propósito al cual fuimos llamados, ahora, en Cristo, estamos completamente capacitados mediante el Espíritu Santo para dar gloria a Dios, entrar en una relación con Él, disfrutar de Su presencia, y derivado de esto, hallar la felicidad. Y al igual que la infelicidad temporal sera magnificada tras el juicio final, la felicidad, que ahora, quienes vivimos en Cristo conocemos, es apenas una pequeña primicia comparada con la que ha de venir. La felicidad suprema se encuentra en la eternidad disfrutando de glorificar a nuestro Dios.
Quienes estamos en una relación con Dios, podemos reconocer que sólo por Su gracia, sólo por medio de Jesucristo, sólo mediante la fe en El y sólo para la Gloria de Dios podemos disfrutar de Él. No hubo nada que hiciéramos nosotros. Todo es de Él y para Él. Y por esto los cristianos le adoramos, y podemos, con toda alegría exclamar:
!!Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; !!Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria.
Apocalipsis 19:1b-2a; 6b-7a.
Amén.
Médico graduado de la Universidad Anáhuac Mayab. Director y Fundador de Enviados México. Maestro en Divinidad y Maestro en Estudios Teológicos, y por el Seminario Teológico Reformado de Charlotte, Carolina del Norte. Autor del libro “Santa Cena Virtual”. Ha publicado entradas en otros ministerios como Dios es Santo; y artículos oficiales en el Christian Research Institute. Pasión creciente por la Palabra, y pasión por Latinoamérica.

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