Llegamos a la última entrada de esta serie. En el artículo anterior observamos las diferencias que existen entre los sistemas cesionista y continuista. Ahora sigue investigar acerca de una pregunta fundamental para nuestra teología de los dones espirituales: ¿Qué hay del Don de Lenguas?
Algunos argumentan no sólo que algunos dones milagrosos del Espíritu todavía están en curso hoy en día, sino que en conjunto vienen como una experiencia necesaria posterior a la conversión. Esta postura afirma que la manifestación física distintiva de haber sido bautizado en el Espíritu es la capacidad sobrenatural de hablar en lenguas. Esto es especialmente relevante en algunos círculos pentecostales, aunque es importante aclarar que no existe un consenso absoluto sobre el tema.
Nuevamente, aunque reafirmamos nuestra hermandad en Cristo con aquellos que confiesan los artículos centrales de la fe, es bueno y sano manifestar al mismo tiempo nuestras diferencias. Como reformados, no creemos que la Biblia enseñe que el don de lenguas es universal, ni necesario para todo creyente, ni un evento intrínsecamente ligado a la conversión.
De cualquier modo, es imposible ignorar el hecho que el fenómeno de ‘hablar en lenguas’ también conocido por el término técnico de glosolalia, se encuentra presente en el Nuevo Testamento. Quizá el libro en el Nuevo Testamento en el que este fenómeno tiene más preeminencia es el libro de los Hechos de los Apóstoles. ¿Qué enseña el libro de los Hechos a cerca del don de lenguas? ¿Cuál es su propósito en el libro? ¿Qué hacemos con los claros ejemplos de creyentes hablando en lenguas?
En los siguientes párrafos trataremos de examinar esta creencia que intenta ligar la experiencia de ‘hablar en lenguas’ con la realidad de haber recibido al Espíritu Santo.
Una nota general sobre el libro de los Hechos
En primer lugar, es importante mencionar que el libro de los Hechos es un libro histórico. Si bien podemos derivar muchísimos principios teológicos del libro, también es cierto que debemos tener cuidado de ver ciertas escenas en un libro histórico y aplicarlas de forma inmediata a nuestra vida sin tomar en cuenta el propósito del autor al escribirlas. El libro de los Hechos tiene como propósito, principalmente, informar a Teófilo (Hec 1:1) y al resto de los creyentes de lo que sucedió después de que nuestro Señor Jesucristo ascendió a los cielos. Si bien no es el tema principal de este artículo, sí es importante mencionar, que uno de los principales énfasis del libro de los Hechos es mostrar el cumplimiento de las promesas de Dios y la llegada y expansión del Reino de Dios en la tierra.
El Argumento [Resumido] en Favor de las Lenguas
Generalmente, el argumento a favor de hablar en lenguas va de la siguiente manera:
- La venida del Espíritu Santo en Hechos se describe como una llenura del Espíritu.
- Esto una demostración de una profecía cumplida para los últimos días (Hec 2:16-21; Joel 2:28-32).
- La profecía dice que Hijos e Hijas (todos) profetizarán.
- Por lo tanto, todo creyente debe esperar hablar en lenguas en algún momento después de que el Espíritu Santo venga a morar en su corazón.
Así pues, en esta postura, el proceso natural de cada creyente es 1) el arrepentimiento y la fe, 2) el bautismo en agua, 3) el bautismo en el Espíritu, 4) la llenura del Espíritu, y 5) el Hablar en lenguas.
¡No Tan Rápido!
Cuando analizamos de cerca el libro de los Hechos, encontramos que no hay tanta consistencia en el orden de estos eventos como para llegar a la conclusión que todo creyente debe hablar en lenguas.
La nota del Dr. Robert Cara, especialista en el libro de los Hechos, sobre estos fenómenos[1] es útil:
- A veces, muchos son bautizados sin mencionar hablar en lenguas (Hec. 2:41; 8:38-39; 9:18; 16:15, 32).
- A veces se menciona la conversión, pero el bautismo no (Hec. 4:4; 6:7; 9:42; 11:21-24; 13:48; 14:1, 21; 17:34).
- La relación temporal es difícil de establecer.
- A veces, el Espíritu Santo viene antes del bautismo.
- A veces, al mismo tiempo que el bautismo.
- A veces, después del bautismo.
- A veces en la conversión.
- En ocasiones, las personas son llenas del Espíritu Santo por tiempo limitado para propósitos o tareas específicas sin mencionar el hablar en lenguas (Jue 3:10; 1 Sa 11:6)
- Solo existen cuatro menciones (tres explícitas y una implícita) en el libro de los Hechos sobre hablar en lenguas.
Entonces, ¿Para Qué Sirven las Lenguas?
El único patrón unificador es uno teológico. Cada vez que se habla de lenguas, esto sirve como una señal de validación de que un nuevo grupo (o clase) de personas pertenece también a la iglesia de Cristo.
Primero, en Pentecostés, son judíos quienes reciben el don y lo usan para predicar las buenas nuevas a personas de otras naciones que pudieron entender su mensaje (Hec. 2:1-11) En segundo lugar, el don es recibido por samaritanos. Es importante recordar que Samaria, como la capital de la nación del norte, era considerada impura. Los judíos la veían como una mezcla entre judíos y gentiles. Esta es una de las razones por las que existía tanta enemistad entre ellos y los judíos. Llamemos a este grupo “Medio Judíos” (Hec. 8:14-17). Posteriormente, tenemos el evento de Pedro y Cornelio en el que los gentiles reciben el don de lenguas, y así son también recibidos como parte De la Iglesia de Cristo (Hec 10:34-48). Esto es confirmado por la frase con la que Pedro inicia su evangelización: “Ahora entiendo que Dios no hace acepción de personas” (Hec. 10:34).
Finalmente, una vez que judíos, samaritanos y gentiles, todos han sido incluidos en la iglesia de Cristo, el último grupo en ser agregado es el que está conformado por los discípulos de Juan el Bautista. Antes de explicar esta última adición, notemos que el patrón del don de lenguas es consistente con el mandato de Jesús en su ascensión y el patrón general de la expansión de la iglesia (Hec. 1:8). Pero, si esto es así, si todos los grupos posibles ya habían sido recibidos en la iglesia, ¿qué importancia tiene el grupo de los discípulos de Juan el Bautista? (Hec. 19:1-7)
El último grupo es una muestra de unidad eclesial. Es decir, la iglesia universal de Cristo es, en última instancia, una. Los discípulos de Juan eran un grupo judío temeroso de Dios que no trabaja independientemente de los seguidores de Cristo, sino en conjunto y como parte de ellos. Todos forman parte del mismo grupo, de la misma iglesia unificada de Cristo. Y de este modo, la profecía de Joel se cumple.
Si esto es así, entonces no debemos forzar una experiencia de un don sobrenatural de hablar en lenguas, pues su propósito ya se ha cumplido.
¿Qué hay de 1 Corintios 14?
Si salimos del libro de los Hechos y revisamos otras porciones de la Palabra, nos damos cuenta de que en las listas que el apóstol Pablo provee acerca de los dones espirituales, la capacidad de hablar en lenguas aparece sólo en 1 Corintios 12:4-10 y no en Romanos 12 ni Efesios 4.
Lo más probable es que en la iglesia de Corinto existía una confusión acerca del don de lenguas que los llevó a pensar que hablar en lenguas era requerido de todos, y los llevó a practicar esto de manera forzada y en desorden. Este parece ser el caso cuando Pablo, retóricamente cuestiona si a todos les fue dado el don de hablar en lenguas (1 Co 12:30), a la que la respuesta implícita es un rotundo: ¡No!
Pablo no prohíbe hablar en lenguas (1 Co 14:39), pero si advierte en contra de hacerlo de una forma que no edifique a la iglesia. Recordemos, para que un don espiritual sea considerado como tal, es necesario que edifique. ¿Cómo entonces se puede hablar en lenguas sin edificar a la iglesia? Pablo mismo nos lo aclara. El don de lenguas no sirve de nada al cuerpo de Cristo cuando más de 2 personas hablan a la vez y/o no existe alguien que interprete (1 Co 14:2-19).
Al final, debemos recordar, cualquiera que sea nuestra postura, que los dones espirituales son habilidades dadas por Dios a su pueblo del pacto como muestras de la gracia de Dios para la edificación de la iglesia. Cada creyente tiene dones que son necesarios para la edificación de la iglesia. Si no sabemos cuáles son nuestros dones, una buena manera de averiguarlo es preguntando a nuestros hermanos y hermanas en Cristo, y especialmente a nuestros líderes, mientras que al mismo tiempo estamos involucrados en servir en diferentes ministerios hasta que encontremos aquello para lo que Dios nos ha dotado. Aunque hay diferentes tipos de dones, todos son dignos y necesarios de acuerdo con y debido a su fuente, que es Dios. No tenemos que forzar un don que no tenemos. Independientemente de nuestra posición sobre el cese o no de los dones milagrosos, lo más importante es reconocer el don que Dios le ha dado y encontrar gozo en ponerlo en práctica para su gloria. Sobre todo, cada don debe practicarse en el amor, que es el camino más excelente (1 Co. 13).
[1] Robert Cara. “Hechos de los Apóstoles [Acts]” en Kruger (Ed) Una introducción bíblico-teológica al Nuevo Testamento, (Crossway, IL) 160–63.