En el artículo anterior de la serie, nos enfocamos en la razón por la que los dones son atribuidos al Espíritu Santo, y las implicaciones de esta verdad para la vida cristiana. Ahora daremos nuestra atención a la pregunta, ¿cuáles son los diversos tipos de dones que existen?
¿Cuáles son los Diversos Dones?
Recordemos que cuando estudiamos los dones del Espíritu, existen tres textos claves que debemos considerar: Romanos 12, 1 Corintios 12, y Efesios 4. Aunque ninguno de los tres pasajes clave nos ofrece una lista exhaustiva de todos los posibles dones del Espíritu, hay una buena razón para categorizar los dones como milagrosos (extraordinarios) y no milagrosos (ordinarios).
Dones Milagrosos
Por lo general, la Tradición Reformada entiende que los dones milagrosos son fundacionales. Es decir, dentro del propósito general de edificar la iglesia, esos dones fundacionales sirven al propósito más específico de establecer el fundamento, la base firme, sobre la cual se construiría el resto de la iglesia.
En ese sentido, esos dones milagrosos están limitados en el tiempo. Esto es así porque el fundamento es uno solo. Eso quiere decir que solo hay un período (relativamente) corto en el que se establece ese único fundamento (Efesios 2:20-22). Una vez el fundamento ha sido establecido, no hay necesidad de los mismos materiales y herramientas para poner otro fundamento. En ese sentido, no todos los dones son exactamente iguales.
Por lo tanto, cuando Pablo cuenta los dones, tiende a considerar:
- Apóstoles
- Profetas
- Maestros, Pastores
- Evangelistas, etc.
Los apóstoles son aquellos doce hombres que fueron dotados de autoridad por Cristo para gobernar la iglesia en la era primitiva (Siglo I). Estos hombres tendrían que haber sido seguidores de Cristo desde el principio, o haber sido testigos del cuerpo resucitado de Cristo, y haber sido llamados por él directamente a ser apóstoles. Así, por definición, con la muerte del apóstol Juan, no hay más apóstoles en la Iglesia.
Para testificar del ministerio de los apóstoles, los dones milagrosos como la profecía, el don de sanidad y la capacidad de hablar lenguas extranjeras (idiomas) sin entrenamiento para poder predicar el evangelio (Hechos 2), se usan como signos que validan la autoridad apostólica.
Los profetas son aquellos con la capacidad de recibir revelación directamente de Dios para instruir al pueblo de Dios. Por otra parte, con la muerte del apóstol Juan, y el cierre del canon bíblico (uno que es completo y suficiente para equipar a los hombres de Dios para toda buena obra, 2 Ti. 3:16-17), no hay más necesidad de profetas en este sentido.[1]
Dones No Milagrosos
Otros dones no milagrosos, que continúan hasta ahora, son: servicio, enseñanza, exhortación, generosidad (financiera), liderazgo (gobierno), actos de misericordia (Rom 12:7-8), ayudar, administrar (1 Co. 12:28), evangelistas y pastores (Efesios 4:11). Muchas personas tienden a ver estos dones como menos interesantes, menos dignos, o menos deseables que los dones milagrosos. Es aquí cuando debemos recordar que aquello que dignifica nuestro don es precisamente su origen (1 Co. 12:11).
Mi don es tan útil como el de sanar enfermos precisamente porque viene del mismo Espíritu Santo, y tiene el mismo propósito de edificar la iglesia de Cristo. Además, es útil preguntarnos por qué deseamos dones milagrosos mientras despreciamos los dones ordinarios. Incluso, a veces, hacemos distinciones entre los dones ordinarios como el de la enseñanza que es más público y evidente que el don de misericordia. ¿Por qué nadie desea el don de la generosidad? (¡Ja!) La realidad es que tendemos a desear dones específicos porque ellos traerán más gloria personal, más renombre, o más atención. También hay quienes tienden a despreciar su don porque no se sienten cómodos con la atención que conlleva. En ambos casos es bueno recordar la doctrina de la apropiación en el artículo anterior, y que esta nos recuerda que nuestros dones son con el propósito de mostrar (y dar la gloria) a Cristo.
En conclusión, independientemente de tu postura en cuanto a la continuidad o discontinuidad de los dones milagrosos, la realidad es que no existe razón para desear unos por encima de otros. [2] En el siguiente artículo, consideraremos más a detalle las posturas continuista y cesacionista, y ofreceremos un argumento para la segunda tratando de ser amorosos con la primera.
[1] Algunos entienden que los profetas son aquellos con la capacidad de predicar la palabra de Dios, si esto es así, entonces todavía tenemos el don de la profecía en marcha. Solo necesitamos aclarar que en dicho caso no calificaría como un don milagroso.
[2] Debo clarificar que mi postura con respecto a 1 Corintios 14 en el que Pablo llama a la iglesia de Corinto a desear el don de profecía por encima del hablar lenguas, es precisamente porque la forma en la que la iglesia en Corinto estaba hablando en lenguas no era para la edificación De la Iglesia (1Co. 14:6-19). De este modo, la comparación entre la profecía y las lenguas no es entre dos dones iguales, sino entre un don real, a saber, el de profecía, para la edificación De la Iglesia, y uno falso, el de las lenguas para “edificación personal” (1 Co. 14:4) lo cual no es intrínsecamente malo (1 Co. 14:5) pero no es útil para el cuerpo de Cristo.