¿Qué Hay De Esto…?
En la Palabra de Dios existen textos más difíciles de comprender que otros, y esto es completamente normal y esperado. Por este motivo, de vez en cuando, estaremos respondiendo a algunas de las interrogantes que surgen a partir de los textos más extraños o difíciles en nuestra serie: ¿Qué hay de esto…?
Levítico y la Menstruación
El libro de Levítico es uno de los menos leídos por la cristiandad. Quizá mucho de eso se deba a que parece contener simplemente una gran cantidad de reglas las cuales, en muchos casos, suenan extrañas para la iglesia del Siglo XXI. Sin embargo, Pablo nos dice que toda la Palabra es inspirada por Dios y útil. Así mismo, Jesús cuando acompañaba a dos de sus dicípulos camino a Emaus, les enseñó desde Moisés, pasando por los profetas, todo lo que de Él decían. Así pues, podemos concluir que aún las leyes más extrañas en el libro están allí por alguna razón, que son útiles hasta el día de hoy, y que de alguna manera nos apuntan a Cristo.
Levítico 15:19-30
19 »Cuando una mujer tenga flujo, si el flujo en su cuerpo es sangre, ella permanecerá en su impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la toque quedará inmundo hasta el atardecer. 20 También todo aquello sobre lo que ella se acueste durante su impureza menstrual quedará inmundo, y todo aquello sobre lo que ella se siente quedará inmundo. 21 Cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se bañará en agua y quedará inmundo hasta el atardecer. 22 Y todo el que toque cualquier cosa sobre la que ella se siente, lavará su ropa, se bañará en agua y quedará inmundo hasta el atardecer. 23 Sea que esté sobre la cama o sobre aquello en lo cual ella se haya sentado, el que lo toque quedará inmundo hasta el atardecer. 24 Y si un hombre se acuesta con ella y su impureza menstrual lo mancha, quedará inmundo por siete días, y toda cama sobre la que él se acueste quedará inmunda.
25 »Si una mujer tiene un flujo de sangre por muchos días, no en el período de su impureza menstrual, o si tiene un flujo después de ese período, todos los días de su flujo impuro continuará como en los días de su impureza menstrual; es inmunda. 26 Toda cama sobre la cual ella se acueste durante los días de su flujo será para ella como la cama durante su menstruación, y todo sobre lo que ella se siente quedará inmundo, como la impureza de su impureza menstrual.27 Cualquiera que toque esas cosas quedará inmundo; lavará su ropa, se bañará en agua y quedará inmundo hasta el atardecer. 28 Cuando ella quede limpia de su flujo, contará siete días; después quedará limpia. 29 Al octavo día ella tomará consigo dos tórtolas o dos pichones, y los traerá al sacerdote a la entrada de la tienda de reunión. 30 El sacerdote ofrecerá uno de ellos como ofrenda por el pecado y el otro como holocausto. Así hará expiación el sacerdote por ella delante del Señor a causa de su flujo impuro».
Interpretación Distorsionada
Regularmente, textos como estos han sido utilizados por activistas del movimiento feminsta para tachar la Escritura y a la iglesia como inherentemente androcéntrica, patriarcal, machista y misógina. En alguna ocasión, alguna teóloga feminista declaró que debido a este tipo de pasajes debemos acercarnos con cierto grado de sospecha a toda la [P]alabra de Dios.
Estoy completamente de acuerdo con ella. Si la Biblia fuera un documento androcéntrico, patriarcal, machista y misógino debemos acercarnos a ella con cautela. Pero no lo es. A continuación veremos, en realidad, cuál es el centro del este pasaje y a qué nos apunta. La clave de la interpretación, como siempre, es la siguiente: antes que nada, la Escritura se interpreta a sí misma.
¿Es el Texto Inherentemente Misógino?
Si bien el texto parece presentar una cuestión fisiológica de la mujer como algo que no solamente es impuro, sino que tiene la capacidad de contaminar a toda persona u objeto que entra en contacto con ella, establecer que este es un pasaje inherentemente misógino o machista es una conclusión muy apresurada, y que no hace honor al pasaje.
Debemos recordar que el propósito general del libro de Levítico no es el de denigrar a las mujeres. Es decir, no es misógino en naturaleza. Levítico es, si podemos llamarlo de alguna manera, un manual sobre cómo vivir en pureza y santidad. De hecho, unos versos antes, el mismo pasaje presenta al hombre con la posibilidad de ser un agente de contaminación por cuestiones fisiológicas que son únicamente atribuibles al sexo masculino (Lev. 15:16-17). ¿Estamos diciendo que el mismo libro en el mismo texto es misógino y misándrico? ¿Es la Biblia al mismo tiempo machista y feminista? ¡Esto es una contradicción de términos! Nadie puede ser al mismo tiempo machista y feminista. Y no es el caso aquí. Lo que el texto nos está presentando, es que el ser humano, independientemente de su género, tiene formas particulares en las que puede incurrir en impureza.
Ahora bien, establecer que el texto en sí mismo no es misógino, no responde a la pregunta ¿qué tiene de impuro el hecho de que una mujer sangre? Más aún, ¿cómo puede ser impuro cuando ella no lo puede controlar?
¿Qué de Malo hay con Sangrar?
Habiendo otorgado que el pasaje señala a la mujer que menstrua como una fuente de impureza, debemos preguntarnos qué es lo que ocasiona que esta mujer sea considerada de este modo. ¿Qué de malo tiene la sangre? Para esto debemos recordar que la ley no se entregó en el 2020. Debemos recordar el contexto que el pueblo de Israel vivía en ese tiempo, y determinar si existen cuestiones culturales que puedan darnos un poco de luz respecto a este tipo de leyes.
Menstruación y Medicina Egipcia
Debemos recordar que esta ley fue dada al pueblo inmediatamente después de su salida de Egipto. ¿Habría alguna práctica egipcia que esta ley estuviera intentando erradicar? Propongo que sí. El Papiro de Ebers, el documento médico más antiguo que tenemos en la atualidad, data interesantemente, del año 1570 a. C. Precisamente el mismo tiempo en el que Israel estuvo cautivo en Egipto (1876-1446 a.C). Así pues, lo que contiene este antiguo papiro para nosotros, habría sido la revista médica actualizada para el pueblo de Israel. Pero, ¿qué dice con respecto a la mestruación?
Entre muchas otras cosa, encontramos el siguiente pasaje en la porción denominada Papyrus Ebers 808, 95 = 1–3 dice lo siguiente:
“‘Otro remedio para prevenir los pechos de colgar (esto es, por la acumulación de mucha leche)’. Tienen que ser empapados con la sagre de alguna cuya menstruación justo haya llegado. Su barriga y sus muslos deben ser manchados con ella; así el flujo no puede ser para su desventaja”
Los egipcios consideraban la sangre menstrual como un indicativo de muerte o bien, de “no vida”. Así pues, cuando una mujer perdía a su bebé, ellos creían que era la leche acumulada la que las hacía morir algunos días después por crisis convulsivas. (Hoy presumimos que la condición a la que se refiere el papiro es, en realidad, preeclampsia). Así pues, utilizaban la sangre menstrual como tónico para que el resto del cuerpo que aún esperaba la presencia de un neonato (que murió), desistiera de la producción de leche, salvando así la vida de la madre de tener “demasiada leche acumulada”.
Esta práctica es, no solo antihigiénica y potencialmente peligrosa, sino ritualmente detestable para el pueblo santo de Dios. Por esta razón, esta ley, entre otras cosas, puede apuntar a una antítesis de esta pelgrosa práctica, mejorando así las condiciones de salubridad del pueblo de Israel.
Menstruación y Medicina Hebrea
Por otro lado, al estudiar la historia de la medicina, al pueblo hebreo se le otorga el título de Padres de la Medicina Preventiva. La realidad es que muchas de las leyes correspondientes a la pureza en el libro de Levítico sí otorgan un entorno que es menos propicio para la diseminasión de enfermedades infecciosas de varios tipos. Nuevamente, en los pasajes inmediatamente anteriores al que estamos estudiando, parece haber una ley que prohibe a los hombres tener relaciones sexuales, aún con sus mujeres, cuando ellos tienen algún flujo probablemente infeccioso. Y podemos recordar también que el pueblo judío dio inicio al aislamiento para enfermedades infecciosas de la piel, y a la desinfección sanitaria en hogares, actos sobre los cuales el sacerdote funcionaba como médico, conociento los signos y síntomas de la enfermedad, indicando cuándo había remisión de la misma, o si la persona continuaba con un estado infeccioso.
Así pues, no es fuera del consenso generalizado pensar que esta ley sobre la menstruación sea una extensión de estas prácticas para consevar condiciones sanitarias ideales para un pueblo que estaría en movimiento por los próximos 40 años.
Menstruación y Muerte Biológica
Aunado a todo lo anterior, no podemos olvidar que el proceso fisiológico por el que una mujer pasa cada 28 días (aproximadamente) implica una condición terriblemente deplorable para el pensamiento judío, que no tiene nada que ver con la mujer per se: la muerte.
Mientras los niveles hormonales cambian, el tejido endometrial se engrosa y, de no encontrarse un óvulo fecundado, la pared del endometrio se necrosa, literalmente, muere, y la descarga consecuente de sangre es una combinación de tejido humano vivo y muerto.
Es importante hacer notar que el mismo autor que escribe esta ley, escribirá diversas leyes en contra de tocar, o estar si quiera cerca de cadáveres (Lev. 21:1-11; Nu. 6:6-7; 19:11-21). Y es más importante aún definir que el tiempo de impureza para quien toca un cadaver y para quien toca tejido necrótico menstrual es el mismo: siete días.
Pero, ¿será posible que la mujer sea considerada impura por el hecho de haber estado en contacto con tejido humano muerto? Bien, antes de responder esa pregunta, debemos notar que la sangre, bíblicamente no es cualquier tejido humano, sino que uno muy especial.
Sangre y Pacto
El libro de Levítico es el libro que más usa la palabra sangre. Si deseamos tener una buena teología de lo que la sangre es y significa, debemos ver lo que este mismo libro nos dice al respecto. Para hacer esto, me gustaría tomar en cuenta tres porciones especiales del libro. La primera es la que estamos estudiando, en la cual se nos muestra que la sangre muerta como tejido menstrual es un instrumento de impureza tanto para la mujer, como para cualquiere que entre en contacto con ella. La segunda se encuentra en Levítico 17:10-16, el la que se nos prohibe comer cualquier cosa contaminada con sangre. Sin embargo, en medio de los capítulos 15 y 17, donde encontramos dos condiciones donde la sangre se nos presenta como algo impuro; se encuentra el capítulo 16.
El capítulo 16 de Levítico nos muestra el propósito y uso apropiado de la sangre para los judíos: expiación y purificación. ¿Cómo es que el mismo precioso órgano que es la sangre puede ser usado al mismo tiempo como instrumento de pureza y de impureza? La respuesta se encuentra junto con la prohibición de ingerir sangre:
Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación».
Levítico 17:11 LBLA
Dado que el SEÑOR ha designado un uso tan específico para la sangre, y teniendo en cuenta que estamos tratando aquí con un libro cuyo propósito es ser un manual para la santidad, es apropiado no solo que el SEÑOR nos pueda dar regulaciones sobre cómo usar adecuadamente un elemento que haya consagrado para un propósito tan santo como la purificación y la expiación, sino también que pueda imponer libremente restricciones sobre cualquier cosa que tenga que ver con este elemento tan precioso. Este pensamiento puede llevarnos a nuestra consideración final: la sangre del pacto.
Una Interpretación Cristológica
Vivimos en una era marcada profundamente por el individualismo. No me sorprende cuando un personaje feminista dice que se siente personalmente ofendido por este pasaje. Sin embargo, ¿qué si la clave para interpretar correctamente este pasaje no se econtrara en nosotros mismos?
Recordemos el principio interpretativo que debemos utilizar: La Escritura se interpreta a sí misma. Así pues, lo que hemos visto hasta ahora es que el pueblo de Israel necesita ser santo, por ello tienen un manual para la santidad. La santidad es algo tan importante, que cualquiera que se acerca al tabernáculo sin haberse purificado previamente corre peligro de muerte. Ahora bien, ¿no es esto demasiado exagerado? A fin de cuentas, ¿no son las cosas más comunes aquellas que nos pueden hacer impuros? Esto nos lleva a considerar el gran problema del pecado. El pecado es algo tan sellado en nuestras vidas, que no hay día que podamos vivir sin pecar, y la realidad es que Israel no podía tampoco ser santo por méritos propios. Por tanto, el SEÑOR provee para ellos expiación y santidad a través de la sangre de un cordero puro y sin mancha (Lev. 16). Sin embargo, este rito era uno que debía repetirse una y otra vez. Así pues, quedamos a la espera de aquel Cordero puro y sin mancha que quitaría el pecado del mundo de una vez por todas, y una sola vez, y para siempre.
En el Nuevo Testamento, tenemos otro pasaje que nos habla de la menstruación, y que viene a revelar que el tiempo que toda mujer impura había estado esperando, se habría cumplido. El pasaje de la mujer con el flujo de sangre que nos relatan los evangelios sinópticos (Mt. 9:18-26; Mr. 5:21-43; Lc. 8:43-48) nos muestra a una mujer que sufría precisamente de una condición de impureza debido a esta ley, y que había gastado sus recursos y energía en buscar una solución por su propia fuerza. Sin embargo, a su encuentro con Cristo Jesús, el flujo de poder que sale del Mesías esperado la sana de una vez por todas; cumpliendo así aquello a lo que la ley apuntaba, pero para lo cual era insuficiente.
Es precisamente Cristo Jesús el centro de este pasaje. Es Él la clave de interpretación para dejar de ponernos a nosotros en el centro, y ver nuestra necesidad de aquel Cordero con la capacidad de quitar el pecado del mundo. Cristo es este Cordero, y es a través de su sacrificio que nuestra impureza es quitada para nunca más volverla a padecer.
El enfoque feminista de este texto aleja a Cristo del centro que le pertenece legal, teológica y exegéticamente, para poner a la mujer en su lugar. Oscureciendo así el verdadero significado de un texto que retrata a Cristo como libertador, al retratar su Palabra como un instrumento de opresión.
La teóloga feminista trata de deshacerse por sus propios medios de aquellas cosas que son incómodas para un pecador como lo es la interpretación bíblica adecuada. Al igual que la mujer con el flujo, las teólogas feministas buscan arduamente y se desgastan en el proceso de su “propia liberación”. Sin embargo, es solo a través de Cristo que viene la verdadera libertad, limpieza y santidad.