8 Mar 2020

Mujeres, Género y Violencia

Por Dr. J. Alberto Paredes

Mujeres, Género y Violencia

¿Qué dice la Biblia?

Recientemente, algunos acontecimientos que se han vivido en México y otros lugares de Latinoamérica, han desatado una ola de protestas contra lo que se denomina “violencia de género”. Específicamente, en contra de los feminicidios, es decir, en contra de aquellos asesinatos (y crímenes en general) que la mujer sufre única o principalmente por el hecho de ser mujer.

La inconformidad y el hartazgo entre la población, y especialmente, entre las mujeres, ha sido tal, que el día de hoy, han decidido protestar haciendo un paro generalizado a través de nuestra nación para manifestar dicha inconformidad. ¿Deben las mujeres cristianas participar en él? ¿Son válidas las motivaciones? ¿Qué hay del hecho de que el movimiento feminista está detrás de estas iniciativas?

El asunto en realidad es tremendamente complejo como para pretender resolver todas sus aristas en un brevísimo artículo. Sin embargo, ¿es posible que la Palabra de Dios nos pueda dar algunas directrices acerca de cómo debemos pensar con respecto a estos temas? Seguro que sí.

El Valor de la Mujer

El día 8 de marzo se conmemora internacionalmente el día de la mujer. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que la mujer tenga un día para ser conmemorada en el calendario a nivel internacional? Mejor pregunta aún, ¿qué es lo que hace que la mujer sea tan valiosa?

Lamentablemente, muchas personas, inclusive dentro de la Iglesia, darán una respuesta equivocada que apunte a su labor como madres, a su aporte a la sociedad, o incluso la incesante lucha que han tenido que pelear en aras de la equidad. Pero, aunque todas estas descripciones del valor de la mujer son buenas e importantes, ninguna de ellas responde bíblicamente a la pregunta: ¿qué le da valor a la mujer?

El feminismo pregona que la mujer tiene valor por el puro hecho de ser mujer. La Biblia nos muestra que no es así. La mujer no es valiosa por el simple hecho de ser mujer. La mujer no es valiosa por tener un cromosoma distinto al del hombre. No es valiosa por su fisionomía o apariencia únicas. Nada de esto es verdad. El valor de la mujer reside en que, al igual que el hombre, fue creada a imagen de Dios. Esto es lo que conocemos como imago Dei.

27 Y Dios creó al ser humano a su imagen;
    lo creó a imagen de Dios.
Hombre y mujer los creó…
 
31 Dios miró todo lo que había hecho,

    y consideró que era muy bueno.

Génesis 1:27, 31 NVI

Esta imago Dei es el sello especial del Creador en la criatura humana independientemente del sexo que ella tenga. Es este sello el que nos da valor y dignidad como seres humanos; y es precisamente por ello por lo que podemos afirmar bíblicamente que el varón no es más valioso que la mujer, ni viceversa. Las mujeres, todas y cada una de ellas, tienen un valor incalculable; pero esto no deriva de sus capacidades, de lo que aportan a la sociedad, de sus luchas o victorias, y mucho menos de su género. Con todo lo que sucede en nuestro país, no debemos olvidar que la mujer tiene valor no por el hecho de ser mujer, sino porque como mujer, ha sido creada para portar la preciosa imagen de Dios.

Con todo lo que sucede en nuestro país, no debemos olvidar que la mujer tiene valor no por el hecho de ser mujer, sino porque como mujer, ha sido creada para portar la preciosa imagen de Dios.

Esta visión bíblica sobre el valor de la mujer la dignifica sin importar cualquier otra condición externa o interna. La mujer tiene valor porque Dios ha declarado que lo tiene. Porque Dios ha dicho: este ser humano que he creado a mi imagen y semejanza, habiéndolo creado varón y mujer, es algo bueno, porque lleva mi imagen.

La Violencia de Género Asume Una Cosa

Habiendo establecido que el valor de la mujer está en el imago Dei, me gustaría abordar algo que podría estarse pasando por alto.

Se habla de paridad de género, de igualdad de género y, más recientemente, de aquello que se ha denominado violencia de género. Sin entrar en detalle sobre la existencia o no de esta condición social, me parece tremendamente interesante que, al momento de protestar contra un tipo de violencia específica, súbitamente todo el mundo parece estar de acuerdo que el ser mujer es pertenecer a un género definido. En otras palabras, hay algo que ser mujer es, y algo que no es. 

Muchos anuncios con respecto a las marchas que se llevaron a cabo el día de ayer advertían a los hombres sobre no acercarse a los contingentes formados por mujeres, puesto que era probable que fueran atacados. Las mismas líderes de estos movimientos feministas advirtieron a las cadenas de telecomunicaciones que no enviaran reporteros varones, sino que preferentemente llevaran mujeres. 

Esperen un momento. ¿Es este el mismo movimiento feminista que aboga por que el género es un constructo social? ¿Es este mismo movimiento el que aboga por que cada quien es como se percibe y que no existe realmente varón o mujer?

Es por esto que me parece (y comparto) que cuando hablamos de violencia de género se asume una cosa: El género. La realidad es que, en lo más profundo de nuestros corazones está escrito: “Y Dios creó al ser humano a su imagen… Hombre y mujer los creó…” Toda mujer que participó el día de ayer en las marchas, y el día de hoy en el paro nacional, entiende esta distinción básica que las separa a ellas de los varones. Esto es tan real, que muchas personas quizá estarán tentadas a criticarme como autor al escribir estas palabras con base en una sola cosa: yo no soy una mujer. (Argumento que carece totalmente de lógica). En este sentido, quiero utilizar lo que el movimiento feminista está promoviendo ayer y hoy como testigo de esto: Verdaderamente existe una distinción entre hombre y mujer. Dios los creó distintos. Y esa distinción continúa hasta hoy. 

Verdaderamente existe una distinción entre hombre y mujer. Dios los creó distintos. Y esa distinción continúa hasta hoy. 

Violencia, Violencia, y más Violencia

Después de todo lo anterior. Deseo sumarme solidariamente al repudio contra la ola de violencia que vive nuestro país. Detesto la idea de que en México maten, violen y maltraten a mujeres. Detesto la idea de que una pequeña recientemente haya sido asesinada. Detesto la idea de que mi esposa no pueda salir a caminar sola porque teme por su seguridad. Detesto la idea de tener que educar a mi hija sobre la realidad de que vivimos en un mundo caído donde el Príncipe de la potestad del aire gobierna el corazón de la mayoría.

Detesto la violencia que vivimos como nación. Pero debemos entender una cosa: la violencia contra cualquier mujer es detestable, porque es violencia que se comete contra la imagen de Dios. En este sentido, cualquier acto de violencia contra cualquier ser humano me parece detestable, pues surge de un corazón rebelde que se encuentra luchando, principalmente, contra el Creador.

Así pues, los asesinatos producto del narcotráfico, los robos a mano armada, el abuso familiar, las violaciones, el abuso verbal, sin importar si son cometidos contra un hombre o contra una mujer son una abominación. Pero hay algo más, la barbarie que se comete contra un ser humano dentro del vientre, desmembrándolo para, después de asesinarlo violentamente, pueda ser retirado de aquél que debió haber sido el seno amoroso de su propia madre es una abominación tan grande (si no mayor) que la violencia que se comete contra las mujeres.

Sin importar género o edad, el mandamiento es el mismo: No matarás (Ex. 20:13). No tenemos la libertad de elegir derramar sangre inocente. ¿La razón? Todo ser humano ha sido creado a imagen de Dios (Gen. 9:6). Sólo Dios, el Creador y dador de la vida, es quien tiene la prerrogativa sobre la vida humana. Por esta razón, no puedo entender cómo puede un grupo, estando por un lado contra de la violencia de género, por otro lado, estar a favor del aborto. Esto no puede ser realidad para el cristiano. Aquel que tiene en alta estima la Palabra de Dios, estará en contra tanto de uno, como del otro; y no sólo eso, estará en contra de cualquier forma de violencia.

19 Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; 20 idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos 21 y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

22 En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, 23 humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. 24 Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. 25 Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu.

Gálatas 6:19-25 NVI

¿Destruir paredes? ¿Destruir bardas? ¿Dañar propiedad pública? ¿Bombas molotov? ¿Irrumpir en iglesias? ¿Atacar hombres, mujeres reporteras, mujeres policías? Esto dista muchísimo del fruto del Espíritu, y para nada puede ser ni concebido ni defendido por aquel en quien el Espíritu Santo está obrando para santidad. Por el contrario; aquél que verdaderamente está en contra de la violencia por lo que realmente es tendrá una respuesta diferente. Es decir, quien entiende que la violencia está mal, no porque me daña a mi como mujer (o varón), sino porque es una ofensa terrible contra la santidad de Dios, reaccionará como Dios nos pide reaccionar.

Lo Ordinario Vs. Lo Extraordinario

No es fácil construir argumentos bíblicos para mostrar tanto la pecaminosidad o santidad que se encuentra en participar en una marcha o una protesta formada por verdades a medias y apoyada por movimientos sociales tan antibíblicos como el movimiento feminista. Sin embargo, me gustaría dejar algunas consideraciones.

Excelencia en lo Ordinario

La Palabra nos llama a estar siempre gozosos y a llevar todo en oración delante de nuestro Señor (1 Tes. 5:16-18). Nos llama a pedir que el Reino de Dios venga (Mat. 6:10) y ser librados de todo mal (Mat. 6:13). Nos llama a orar por nuestras autoridades (1 Tim. 2:1-2). Nos llama a informarnos mejor acerca de lo que Dios desea de nuestros corazones aún en situaciones tan difíciles como estas aprendiendo su Palabra (Prov. 2). Nos llama a proclamar las buenas nuevas del Evangelio para transformar naciones (Rom. 10:13-15). Nos llama a hacer discípulos (Mat. 28:18-20).

Todas estas son acciones que la Biblia nos llama a practicar diario, en todo momento, sin cesar. ¿Qué tanto estamos practicando lo que Dios ya ha estipulado? Seamos excelentes en lo ordinario.

Santidad en lo Extraordinario

Participar en una marcha o protesta es algo extraordinario. Recordemos, pues, que todo lo que hagamos lo debemos hacer para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31), y seguros de que Él se complace en ello. Por otro lado, si reconocemos que no estamos siendo fieles en aquello que Dios ya nos ha llamado a hacer ordinariamente, habría que dudar de las motivaciones de nuestro corazón para querer participar de aquello que Dios no nos ha llamado a participar, aquello que es extraordinario. ¿Qué es lo que verdaderamente me está moviendo a ello? ¿Cómo voy a exaltar el nombre de Cristo con mi decisión?

Los cristianos tenemos un llamado que, el resto del mundo no tiene: Sed santos, porque yo soy Santo (1 Pe. 1:16). Aún cuando algunas de las motivaciones detrás del paro nacional y las marchas pueden parecer correctas, debemos recordar que estas son actividades gobernadas por un pensamiento francamente anti-teísta (anti-Dios),  pro-abortista, y pro-identidad de género. ¿Qué lugar tiene una hija de Dios en medio de estas actividades? Recordemos que somos extranjeros y peregrinos en una tierra dominada por el pecado, donde se nos ha llamado a someternos a las instituciones humanas, y a no dar motivo alguno para que podamos ser tachados por nuestra conducta en medio de la sociedad (1 Pe. 2:11-17). ¿Cómo un cristiano muestra que su Dios lo ha llamado a ser santo en medio de todo esto?

Consideraciones Finales

¿Qué hemos dicho hasta ahora? ¿La mujer tiene valor? Sí. ¿Tiene valor por ser mujer? No, tiene valor por ser imagen de Dios. ¿La violencia que sufre está mal? Sí, toda la violencia está mal. ¿Cómo, entonces, respondemos como Cristianos?

Mi propuesta es que, si no hay excelencia en lo esencial, no pensemos siquiera en participar de lo extraordinario. Es decir, como cristianos, demos prioridad a lo que Dios ya nos ha revelado como útil para transformar vidas. Oremos públicamente. Es más fácil gritar en las calles que el Estado Opresor es el culpable, que gritar que Jehová vive y reina por los siglos. Es más fácil hablar de lo terrible que es el sistema, que dar las buenas nuevas del evangelio. Es más fácil no asistir a trabajar en protesta, que luchar con pasajes en los que se nos pide honrar a nuestros jefes y empleadores. Es más fácil compartir una ideología, que compartir quién es Jesús, y que Él es suficiente para nuestras vidas. Y antes de participar en aquello que es extraordinario, busquemos qué es lo que nos hará crecer más en santidad. Dios nos ha llamado a la santidad, antes que a la labor social, por muy buena que esta última sea.

Dios nos ha llamado a la santidad, antes que a la labor social, por muy buena que esta sea.

Aunque personalmente no tengo argumentos para mostrar que participar de un paro nacional es intrínsecamente pecaminoso, puedo decir con toda seguridad que no necesariamente es lo que más agrada a Dios. Si de cualquier manera en tu escuela, lugar de trabajo u otro entorno social las actividades fueron canceladas debido al paro colectivo, mi invitación será a que dediques el tiempo para retomar lo esencial. Ora, prepárate y comparte el evangelio. Esa es la forma más efectiva de protestar contra el pecado de una nación.

Médico graduado de la Universidad Anáhuac Mayab. Director y Fundador de Enviados México. Maestro en Divinidad y Maestro en Estudios Teológicos, y por el Seminario Teológico Reformado de Charlotte, Carolina del Norte. Autor del libro “Santa Cena Virtual”. Ha publicado entradas en otros ministerios como Dios es Santo; y artículos oficiales en el Christian Research Institute. Pasión creciente por la Palabra, y pasión por Latinoamérica.

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