8 Abr 2021

La Cena del Señor

Por Pbro. Luis García

El sacramento de la Cena del Señor, conocido también como Eucaristía, Santa Cena o Comunión, ha sido uno de los temas de mayor controversia a lo largo de la historia de la Iglesia.

Debido a la complejidad de esta doctrina y para que la Iglesia no se saliera de los lineamentos bíblicos u ortodoxos sobre este tema, los antiguos teólogos consideraron bien el dejarnos por escrito confesiones de fe. Estos documentos mantendrían a la Iglesia centrada en lo que la Biblia enseña sobre sus principales doctrinas, incluyendo el sacramento de la Santa Cena.

Sin embargo, muchas iglesias y lamentablemente muchos pastores en la actualidad desconocen estas confesiones históricas que nuestros antepasados forjaron, basándose en las Escrituras. Esto ha producido un protestantismo débil y superficial en temas teológicos, siendo uno de ellos la doctrina de la Comunión.

Por esta razón, quisiera mostrarles la enseñanza bíblica sobre la Eucaristía que encontramos resumida en los diferentes documentos que surgieron en los siglos 16 y 17 con la esperanza de que ya no seamos “sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error (Efe.4:14).

  1. La Cena del Señor, junto con el Bautismo, son los únicos sacramentos que la iglesia de Cristo debe practicar (Mt. 28:19; 1 Cor.11:23).

La Confesión Escocesa de 1560 lo dice de esta manera: “nosotros reconocemos y confesamos que ahora, en el tiempo del evangelio, tenemos dos sacramentos principales, los únicos instituidos por el Señor Jesús y ordenados para ser practicados por todos aquellos que serán contados como miembros de su cuerpo, esto es, el Bautismo y la Cena o la Mesa del Señor Jesús” (Cap.21).

  • La Cena del Señor es una señal y un sello de los beneficios espirituales de la gracia salvadora y de nuestra participación en Cristo (1 Cor. 10:16; 11:24-25).

En palabras de la Confesión Belga (1561), la Santa Cena al igual que el Bautismo “son signos y sellos visibles de algo interno e invisible, por los cuales Dios obra en nosotros a través del poder del Espíritu Santo” (Art.33). Es decir, “creemos que nuestro buen Dios, teniendo en cuenta nuestra condición rudimentaria y debilidad, ha ordenado sacramentos para nosotros para sellar sus promesas en nosotros y…confirmar en nosotros la salvación que nos imparte” (Art.33).

Dicho de otra manera, los sacramentos fueron establecidos por Dios para “sellar en sus corazones la seguridad de su promesa y esa más que bendita conjunción, unión y asociación que los elegidos tienen con su Cabeza, Cristo Jesús. Y así, condenamos absolutamente la vanidad de aquellos que afirman que los sacramentos no son más que meros símbolos desnudos y vacíos” (Confesión Escocesa, cap.21).

  • La Cena del Señor es verdadero alimento espiritual para nuestras almas mediante la fe en el poder del Espíritu Santo (Lc.22:19-20; 1 Cor. 10:16).

El artículo 36 de la Confesión de Fe Francesa (1559) resume esta verdad bíblica de la siguiente manera: “Aunque él [Cristo] esté en el cielo hasta que venga a juzgar a toda la tierra, aun así creemos que por el poder secreto e incomprensible de su Espíritu nos alimenta y fortalece con la sustancia de su cuerpo y de su sangre. Sostenemos que esto es hecho espiritualmente, no porque pongamos imaginación y fantasía en el lugar de los hechos y la verdad, sino porque la grandeza de este misterio excede la medida de nuestros sentidos y las leyes de la naturaleza. En resumen, debido a que es celestial, sólo puede ser entendido por la fe.”

De manera similar la Confesión Belga declara que “para mantener la vida espiritual y celestial, que pertenece a los creyentes, Dios ha enviado pan viviente que descendió del cielo: esto es, Jesucristo, quien nutre y mantiene la vida espiritual de los creyentes cuando lo comen—esto es, cuando se apropian de él y lo reciben espiritualmente por la fe…Este banquete es una mesa espiritual en la cual Cristo se nos comunica a sí mismo con todos sus beneficios. En dicha mesa, nos hace disfrutar de sí mismo y de los méritos de su sufrimiento y muerte, nutriendo, fortaleciendo y consolando nuestras pobres y desoladas almas por medio de comer su carne, y aliviándolas y renovándolas por medio de beber su sangre” (Art.35). No obstante, es importante aclarar dos cosas: 1) que no “ocurre una transubstanciación del pan en el cuerpo de Cristo, y del vino en su sangre natural, tal como los romanistas han enseñado perniciosamente y falsamente creído; y 2) que “el cuerpo y la sangre de Cristo no están ni carnal ni corporalmente dentro, con o bajo el pan y el vino; sin embargo, están real pero espiritualmente presentes en aquella ordenanza para la fe de los creyentes” (Confesión de Fe de Westminster de 1647, cap.29, art.7).

“De todo lo indicado se desprende que no entendemos por alimento espiritual  una especie de alimento ficticio, sino el mismo cuerpo del Señor, cuerpo entregado por nosotros, pero que, indudablemente, no es disfrutado por los creyentes corporalmente, sino espiritualmente, por la fe” (Segunda Confesión Helvética de 1566, art.21).

  • La Cena del Señor es también una conmemoración del sacrificio de Cristo a favor de su pueblo (1 Cor.11:24-25; Heb.9:22-28).

La Segunda Confesión Helvética expresa esta verdad así: “Mediante el sacro actoquiere el Señor que el sublime beneficio que él ha realizado para la humanidad permanezca en perpetuo recuerdo, es decir, en renovada memoria de que él en virtud de su cuerpo entregado y su sangre derramada ha perdonado todos nuestros pecados y rescatado de la muerte eterna y el poder del diablo” (Art.21).

La Confesión de Fe de Westminster declara algo similar cuando dice que “en este sacramento Cristo no es ofrecido a su Padre, ni se hace ningún verdadero sacrificio por la remisión de los pecados de los vivos ni de los muertos; sino que solamente es una conmemoración del único ofrecimiento de sí mismo y por sí mismo en la cruz, una sola vez y para siempre …así que el sacrificio papal de la misa, como ellos le llaman, es la injuria más abominable al único sacrificio de Cristo, la única propiciación por todos los pecados de los elegidos” (Cap.29, art.2).

  • La Cena del Señor debe ser administrada por pastores legalmente ordenados y siguiendo las instrucciones dadas por Jesucristo (1 Cor. 4:1; 1 Tim.5:17; 1 Cor. 11:23-26).

Debido a que el gobierno y la dirección de la iglesia han sido encomendados a los ancianos y pastores, se infiere que el administrar u ofrecer los elementos visibles del sacramento de la Santa Cena es prerrogativa de los ministros ordenados. Por esta razón leemos en la Confesión de Fe de Westminster que ninguno de los sacramentos “debe ser administrado sino por un ministro de la palabra legalmente ordenado” (Cap.27, art.4). Sin embargo, se debe dejar en claro que “no depende la eficacia de un sacramento de la piedad o intención del que lo administra, sino de la obra del Espíritu y de la palabra de la institución” (Cap.27, art.3).

Respecto a la manera en que se debe administrar la Comunión, la Confesión Escocesa nos recuerda que bíblicamente este sacramento debe “administrarse con los elementos [pan y vino] y en la forma en que Dios ha prescrito. De otra manera, estos dejan de ser los sacramentos de Cristo Jesús” (Cap.22). Sobre esta forma, la Confesión de Fe de Westminster nos dice de manera más específica lo siguiente: “el Señor Jesús, en este sacramento, ha designado a sus ministros que declaren al pueblo su palabra de institución, que oren y bendigan los elementos del pan y del vino, y que los aparten así del uso común para el servicio sagrado; que tomen y partan el pan, y beban de la copa y (participando ellos mismos), den de los dos elementos a los comulgantes; pero no a ninguno que no esté presente entonces en la congregación” (Cap.29, art.3).

  • La Cena del Señor solo puede ser practicada por creyentes después de examinarse a sí mismos (1 Cor.11:28-29).

La Confesión Escocesa lo dice así: “afirmamos que la Cena del Señor es solamente para los que pertenecen a la comunidad de la fe y que pueden examinarse a sí mismos, tanto en su fe como en sus deberes para con su prójimo. Quienes comen y beben de esa santa mesa sin fe, o sin paz y buena voluntad para sus hermanos, comen indignamente. Por esta razón los ministros de nuestra Iglesia examinan pública e individualmente a quienes van a participar de la mesa del Señor Jesús” (Cap.23).

  • La Cena del Señor es un banquete que se debe disfrutar en familia, no de forma individual (1 Cor.11:20-22; 33-34).

Sobre este punto, la Confesión Tetrapolitana o de Estrasburgo (1530) nos exhorta así: “Por lo tanto, rechazamos las misas privadas, porque el Señor mandó este sacramento a sus discípulos para que fuera utilizado en comunidad. Por eso, Pablo también ordena a los Corintios que se esperen unos a otros cuando vayan a participar de la Santa Cena, y niega que celebren la Cena del Señor cuando cada uno toma su propia cena mientras comen” (Cap.19).  O en palabras de la Confesión Belga, “con humildad y reverencia recibimos el santo sacramento en la reunión del pueblo de Dios, cuando juntos participamos, en una santa conmemoración de la muerte de Cristo nuestro Salvador, a la vez que así confesamos nuestra fe y religión cristianas (Art. 35).

Comentario final

Entender y seguir estos principios bíblicos nos mantendrán dentro de la ortodoxia bíblica, en virtud de la cual “rechazamos como una profanación de los sacramentos todas las ideas confusas e  invenciones condenables que la gente ha añadido y mezclado con ellos. Decimos que debemos estar contentos con el procedimiento que Cristo y los apóstoles nos enseñaron y hablar de estas cosas en la misma forma en que ellos hablaron” (Confesión Belga, art. 35).


Licenciado en Sagrada Teología del Seminario Teológico Presbiteriano San Pablo de Merida, Yucatan y profesor del mismo desde el 2015 en las areas de Biblia y Teología. Pastor ordenado por la Iglesia Nacional Presbiteriana de Mexico desde el 2015 y autor del libro Post tenebras, lux: Recobrando la doctrina reformada. Puedes seguir su contenido en https://www.facebook.com/SoliDeoGloria8/

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