Ante los retos que estaba viviendo la Iglesia durante el siglo XVII, varios decidieron abandonar Europa y partir hacia lugares donde esperaban establecer una nueva sociedad regida por los principios que ellos consideraban esenciales al evangelio. Este fue el origen de las colonias británicas en Nueva Inglaterra.
Fue durante este período que se fundaron en Norteamérica las “trece colonias” que más tarde les darían origen a los Estados Unidos. Aunque desde el punto de vista de la corona y de muchos de los empresarios se trataba de una empresa de carácter económico, muchas de las personas que acudieron a esas colonias, y algunos de sus fundadores, lo hicieron por motivos religiosos.
Estados Unidos (Siglo XIX)
La independencia norteamericana les planteó a las iglesias de ese país, y especialmente a la Anglicana, la cuestión de sus relaciones con Inglaterra. A la postre, todas las iglesias en los Estados Unidos se hicieron independientes de las iglesias de donde habían salido.
Según el país fue extendiendo sus territorios hacia el occidente, primero a costa de las naciones indígenas y luego de México, las iglesias que más rápidamente crecieron en esos territorios fueron la bautista y la metodista.
El “Segundo Gran Avivamiento”, parecido al primero cuya figura más notable fue el teólogo calvinista Jonathan Edwards, pronto desarrolló tonalidades altamente emotivas, y marcó la pauta para lo que a partir de entonces serían los “cultos de avivamiento”, que muchas iglesias acostumbraron celebrar periódicamente.
Quizá el mayor reto a que tuvieron que enfrentarse las iglesias fue la cuestión de la esclavitud, que a la postre llevó a la guerra civil, y cuyo resultado fue la división de muchas iglesias. Varias de esas divisiones continuaron hasta bien avanzado el siglo XX.
El crecimiento del metodismo llevó al surgimiento de varias “iglesias de santidad”, que subrayaban el tema wesleyano de la santificación. En algunas de ellas comenzaron a aparecer rasgos carismáticos. En el 1906, se produjo en la Misión de la Calle Azusa, en Los Ángeles, un avivamiento del cual se deriva buena parte del movimiento pentecostal moderno.
Pronto el protestantismo norteamericano, en todas sus manifestaciones denominacionales, fue una fuerza misionera que se hizo sentir alrededor del globo.
Esta fue la época en que aparecieron movimientos e interpretaciones teológicas tales como el dispensacionalismo, cuyo principal instrumento de propagación fue la Biblia comentada de Cyrus Scofield.
Y fue también la época en que surgieron nuevas religiones con rasgos tomados del cristianismo, como los mormones, los testigos de Jehová y la ciencia cristiana.
Francia
La revolución francesa tomó un giro muy distinto en lo que a la religión se refiere. Pronto el movimiento revolucionario se mostró hostil a la fe cristiana, y promulgó el “Culto a la Razón”, en cuyas aras muchos cristianos fueron sacrificados. Al terminar la revolución francesa, y a pesar de la restauración de la monarquía, la Iglesia Católica en ese país quedó seriamente debilitada.
La fe y modernidad (Alemania)
El primer gran teólogo protestante en tratar de responder a los retos de la modernidad reinterpretando la fe para que sea compatible con el mundo moderno fue Friedrich Schleiermacher. Según Schleiermacher, la fe cristiana no es cuestión de doctrina ni de moral, sino de un sentimiento de dependencia absoluta ante Dios. A partir de ese sentimiento, Schleiermacher reinterpretó todas las principales doctrinas del cristianismo, de modo que no confligieran con la visión moderna de la realidad. Por ello se le ha llamado el padre del liberalismo teológico.
La filosofía de Hegel, que incluía toda una interpretación de la religión y de su historia, pronto logró gran auge, y muchos llegaron a pensar que el sistema de Hegel era la última y mejor interpretación de la fe cristiana y de la realidad toda.
Frente a esto protestó el teólogo y filósofo danés Soren Kierkegaard, quien insistía en que el cristianismo es cuestión de una decisión personal y radical de fe. Es decir, que el cristianismo promueve, no una fe superficial sino una fe existencial, la cual cree con una pasión interna y se une con el objeto de fe (Dios) en un compromiso espiritual. Por este énfasis, se le ha considerado fundador del existencialismo teísta.
Otros, tales como F.C. Baur, Adolf von Harnack y Albrecht Ritschl, se dedicaron al estudio histórico de la Biblia y de la fe. Aunque estos estudios arrojaron nueva luz sobre la fe cristiana, también pusieron en duda mucho de lo que hasta entonces se había dado por sentado.
Catolicismo
Si el protestantismo, o al menos sus teólogos y portavoces académicos, erraron en mostrarse demasiado abiertos a las innovaciones del mundo moderno, el catolicismo siguió el camino contrario.
Debido en parte a la revolución francesa y sus actitudes hacia la religión, el papado tomó una postura abiertamente antimoderna. Los teólogos que trataron de expresar e interpretar la fe católica en términos modernos fueron condenados y excomulgados.
Esta actitud llegó a su punto culminante en el papado de Pío IX (1846–1878), quien promulgó el dogma de la inmaculada concepción de María (1854). Años más tarde, Pío IX publicó un “Sílabo de errores” en el que condenaba buena parte de los ideales modernos de la democracia, el libre juicio y la libertad religiosa. Por fin, en el año 1870, todavía bajo la dirección del mismo papa, el Primer Concilio Vaticano promulgó el dogma de la infalibilidad papal.
Las misiones
El siglo XIX fue el gran siglo de las misiones protestantes. Por ejemplo, en Asia, la India fue el país que despertó el interés de los primeros misioneros, y especialmente de Guillermo Carey, el gran propulsor de las misiones modernas.
En el Asia Sudoriental, Adinoram Judson se hizo igualmente famoso. En China, tras varios intentos fallidos y éxitos parciales, los misioneros lograron penetrar gracias a la infame Guerra del Opio.
En Japón no se permitía la entrada de extranjeros hasta que la escuadra norteamericana forzó al país a cambiar esa regla. Los misioneros aprovecharon esa “puerta abierta” para entrar al país.
En Oceanía, los viajes del capitán Cook abrieron el camino al comercio y las misiones. El cristianismo fue bien recibido por muchos habitantes de la región, que pronto se volvieron misioneros a otras islas vecinas.
África, escasamente conocida al principio del siglo XIX, a fines de siglo había quedado repartida entre varias potencias europeas. Allí se destacó, en el sur del continente, el famoso misionero David Livingstone.
El siglo XIX fue la época de la gran penetración inicial del protestantismo en América Latina. Ya a fines del período había en todos los países del continente iglesias protestantes establecidas sobre bases relativamente sólidas.
Referencias
González J.L. (1995) Bosquejo de Historia de La Iglesia. Decatur, GA: Asociación para la Educación Teológica Hispana.