En el artículo anterior vimos un poco de la historia del judaísmo post-exílico con la finalidad de apreciar el trasfondo judaico de la naciente Iglesia. Sin embargo, no tardó mucho cuando la Iglesia comenzó a abrirse camino más allá de los límites del judaísmo, hasta el punto que pronto se volvió una iglesia mayormente de gentiles.
Para entender ese proceso, al igual que los retos que comenzó a enfrentar, es necesario saber algo del ambiente socio-político, filosófico, y religioso del Imperio romano.
- La existencia de un sistema de carreteras que conectaban las ciudades del Imperio hizo que el cristianismo pudiera entrar a cualquier ciudad sin ningún problema. Esto facilitó todos los viajes misioneros de Pablo y otros discípulos quienes podían ir y evangelizar por todo el Imperio romano sin complicaciones legales. Fueron estas carreteras las que ayudaron a que el Evangelio fuera escuchado por más personas, lo que eventualmente significó más conversiones de gentiles que de judíos.
- Una de las peores amenazas que enfrentó el cristianismo durante aquella época fue el sincretismo romano, es decir, el florecimiento de toda clase de religión y de mezcla de religiones.
- Otro elemento que eventualmente trajo consecuencias a la Iglesia de Cristo el culto al emperador romano.
- En el campo de la filosofía, predominaban las ideas de Platón que hablaban de la inmortalidad del alma y de un mundo invisible y puramente racional, más perfecto y permanente que este mundo de “apariencias” o “formas”. Una de las implicaciones de esta filosofía platónica era que consideraban lo material como algo inherentemente malo y por ende, inferior a lo espiritual.
- Además de todo esto, el estoicismo, que era una doctrina filosófica que proponía altos valores morales, fue una corriente que alcanzó gran auge y popularidad.
Dentro de ese marco, la nueva fe cristiana se fue abriendo camino, pero al mismo tiempo se fue definiendo a sí misma. Preguntas como:
- ¿Qué postura tomaría frente al sincretismo?
- ¿Cómo respondería ante la adoración al emperador?
- ¿Qué dirían ante las diferentes posturas filosóficas? ¿Se amoldarían a ellas o las rechazarían?
fueron algunas de las que tuvieron que responder los primeros cristianos.
Problemas con el Estado
Pronto el cristianismo tuvo sus primeros conflictos con el Estado. Esos conflictos produjeron las primeras persecuciones y los primeros mártires de la Iglesia.
En el siglo primero, las peores persecuciones tuvieron lugar bajo Nerón (54-68 d.C.) y Domiciano (81–96 d.C.). Aunque cruentas, parece que estas persecuciones fueron relativamente locales.
Todo comenzó con un incendio, pocos años después de que Nerón tomara el trono de Roma. Debido a ese evento y al hecho de que Nerón había caído del agrado de buena parte del pueblo, muchos creyeron que fue él quien había ordenado hacer tal cosa y por lo tanto, para destruir ese rumor, Nerón hizo aparecer como culpables a los cristianos, una gente a quienes todos odiaban por sus “abominaciones.” El resultado de esto fue que los castigó de una manera excesivamente cruel.
Aunque al principio se acusó a los cristianos de incendiarios, todo parece indicar que pronto se comenzó a perseguirles por el mismo hecho de ser cristianos y por todas las supuestas abominaciones que iban unidas a ese nombre (De ellos se decía, por ejemplo, que practicaban varias formas de inmoralidad y se decía también que su doctrina carecía de sentido, y que era propia de gente que no pensaba).
Más persecución
- En el año 81 d.C., Domiciano desencadenó otra ola de persecución. ¿Qué fue lo que lo motivó a hacer tal cosa? Su fuerte respeto hacia las tradiciones romanas incluyendo la religión y su decisivo deseo de volver a estas tradiciones fue lo que desató la persecución tanto para judíos como cristianos quienes se mantuvieron firmes en sus convicciones religiosas.
- En el siglo II la persecución se fue haciendo más amplia, aunque en términos generales se siguió la política de Trajano (98–117 d.C.), la cual consistía en castigar a los cristianos si alguien los delataba, pero no emplear los recursos del estado para buscarlos. Por ello, la persecución fue esporádica, y dependía en mucho de circunstancias locales. Entre los mártires del siglo II se encuentra Ignacio de Antioquía, de quien tenemos siete cartas, Policarpo de Esmirna, de cuyo martirio se conserva un relato bastante fidedigno, y los mártires de Lión y Viena, en la Galia.
- En el siglo III, aunque con largos intervalos de relativa tranquilidad, la persecución fue arreciando. El emperador Septimio Severo (193–211 d.C.) siguió una política sincretista, y decretó la pena de muerte a quien se convirtiera a religiones exclusivistas como el judaísmo o el cristianismo. Bajo él sufrieron el martirio Perpetua y Felicidad. Decio (249–251 d.C.) luego ordenaría que todos sacrificaran ante los dioses, y que se expidieran certificados al respecto. Los cristianos que se negaran a ello debían ser tratados como criminales. Valeriano (253–260 d.C.) siguió una política semejante.
- Sin embargo, la peor persecución vino bajo Diocleciano (284–305 d.C.) y sus sucesores inmediatos. Primero se expulsó a los cristianos de las legiones romanas. Luego se ordenó la destrucción de sus edificios y libros sagrados. Por último, la persecución se hizo general, y se comenzó a practicar contra los cristianos toda clase de torturas y suplicios. A la muerte de Diocleciano, algunos de sus sucesores continuaron la misma política, hasta que dos de ellos, Constantino (306–337 d.C.) y Licinio (307–323 d.C.) le pusieron fin a la persecución mediante el llamado Edicto de Milán en el año 313 d.C.
¿Harías lo mismo que estos fieles creyentes? ¿Serías fiel hasta la muerte (Apo. 2:10)? Que el Señor nos ayude a responder con un gozoso sí.
Referencias
González, J. L. (1995). Bosquejo de historia de la iglesia. Decatur, GA: Asociación para la Educación Teológica Hispana.