LA GRACIA DE DIOS LO TRANSFORMA TODO
- Leamos la Biblia: Juan 4:27-38
27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? 30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. 31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. 32 El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. 33 Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? 34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. 35¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. 36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. 37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. 38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
- Cantemos con gozo: Himno, “Yo quiero trabajar para el Señor”
Yo quiero trabajar para el Señor, confiando en su palabra y en su amor; quiero yo cantar y orar, y ocupado siempre estar en la obra del Señor.
CORO: Trabajar y orar, en la obra, en la obra del Señor; sí, mi anhelo es orar, y ocupado siempre estar en la obra del Señor.
Yo quiero cada día trabajar, y esclavos del pecado libertad; conducirlos a Jesús, nuestro guía, nuestra luz, en la obra del Señor.
Yo quiero ser obrero de valor, confiando en el poder del Salvador; el que quiera trabajar hallará también lugar en la obra del Señor.
- Reflexionemos en la Biblia: Juan 4:1-42
Cuando Dios en su gracia salvadora toca nuestra vida, esta nunca vuelve a ser la misma. Precisamente esto es lo que experimentó la mujer samaritana junto aquel pozo de agua en el pueblo de Sicar. ¿Quieres conocer cómo la gracia del Señor transformó su vida? Veámoslo a continuación.
De estar vacía, a estar satisfecha en Cristo
San Juan 4:13–18, implícitamente nos muestra que la mujer samaritana había estado buscando la felicidad y el sentido a la vida a través del romance. Sin embargo, el resultado había sido fútil, ya que ninguna de esas relaciones había podido llenar el vacío que anhelaba satisfacer.
Eso cambió cuando el Espíritu Santo, por medio de las palabras que Cristo le hablaba, le concedió el nuevo nacimiento (cf.Jn.3:5-8), capacitándola para arrepentirse de sus pecados y aceptar a Jesús como el Mesías prometido (Jn.4:26-29).
Esta nueva relación con el Señor sació su alma de una manera real y profunda. Ella pudo experimentar las palabras que Cristo le había dicho previamente: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, respondió Jesús, pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Jn.4:13-14).
De un mal testimonio, a dar testimonio de Cristo
La vida de la samaritana antes de su conversión no solo carecía de verdadera felicidad, también era de mal testimonio. Esto se debía, no solo a que había tenido cinco maridos, sino a que con el que ahora vivía, no era su esposo. En otras palabras, estaba viviendo en inmoralidad sexual. Pero eso cambiaría ahora que la gracia de Dios la había tocado.
Aunque el texto no lo dice de forma explícita, es correcto pensar que ahora que ha conocido la verdad del evangelio, ella renunciará a su impureza sexual para agradar a su Salvador. Lo que sí es explícito es lo siguiente. Juan escribe: “…volvió al pueblo y le decía a la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?”
Como podemos observar, esta mujer pasó de dar un mal testimonio, a testificar de su fe en Jesús. Es interesante notar la valentía y prontitud con la que habló de su Salvador. Por supuesto, no podía ser de otra manera, ya que el gozo que tanto anhelaba ahora lo tenía en Cristo. Y no solo eso, también disfrutaba del perdón de Dios y de la vida eterna. Estas verdades la impulsaban a compartir con otros acerca de Jesús, el Cristo.
Su testimonio resultó en lo siguiente: “Ya no creemos sólo por lo que tú dijiste, le decían a la mujer; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo” (Jn.4:42).
Hoy tenemos la gran oportunidad, debido a todos los sucesos que están ocurriendo en el mundo, de compartir a través de otros medio de comunicación, nuestro testimonio de cómo la gracia del Señor nos ha cambiado, como también de anunciar la mejor noticia del mundo: que en Jesucristo se encuentra la verdadera felicidad, el perdón de pecados y la vida eterna. Por lo tanto, descansando en que el crecimiento viene del Señor, “¡abra[mos] los ojos y mire[mos] los campos sembrados! Ya la cosecha está madura” (Jn.4:35).
- Dialoguemos en grupo:
Comparte brevemente tu testimonio.
¿Has evangelizado a alguien durante la pandemia en la que nos encontramos?
- Oremos en familia:
Roguemos que Dios nos ayude a compartir el glorioso evangelio de Jesucristo.
Pidamos para que Dios les dé sabiduría a los líderes de las iglesias al momento de planear la reapertura de sus actividades.
Oremos por los que están enfermos, por sus familiares y por los médicos y enfermeros que velan por su salud.