Adoración, Pacto, Obediencia y Fe
Dr. J. Alberto Paredes
Exposición del libro de Malaquías.
Introducción
Nuestro hermano Pedro Pollorena la semana pasada nos habló de lo que es la verdadera adoración y de quiénes deben de adorar, y el día de hoy es mi tarea enseñar acerca del diezmo, que se extiende en realidad al diezmo y las ofrendas. Así que, si eres miembro de la iglesia, es bueno que pongas atención para recordar porqué hacemos lo que hacemos en estas cuestiones financieras para con la iglesia. Por otro lado, si es primera vez que vienes, o no estás acostumbrado o no te sientes cómodo con el tema del diezmo y las ofrendas, te suplico te quedes con nosotros y nos acompañes mientras estudiamos los motivos bíblicos por los que usted y yo debemos diezmar y traer nuestras ofrendas al Señor.
Así pues, vayamos en nuestras Biblias al libro de Malaquías, y les advierto, estaremos exponiendo el libro completo. Dado que la porción a exponer es más bien prolongada, la dinámica será un tanto distinta, pero con la bendición del Señor, podremos pasar por todo el libro y ver lo que el Espíritu ha manifestado por medio del profeta en lo que respecta a estos temas.
Antes de entrar al texto amados, déjenme compartirles algunos datos que nos pueden ayudar a entrar en el contexto en el que el libro. Malaquías es el último libro del Antiguo Testamento. También, por supuesto, es el último de los profetas bíblicos. Este libro fue escrito unos 100 años después de que la primera ola del pueblo de Israel había regresado del exilio babilónico, en el cual habían terminado por su rebeldía y desobediencia. Pero, la realidad es que la mayoría del pueblo no había aprendido la lección, y no habían cambiado en su corazón. Como veremos a continuación, seguían siendo un pueblo rebelde, desobediente, deshonesto, injusto, y que tenía en poco a Dios. Sin embargo, existía un remanente fiel, que vivía bajo la opresión y la injusticia de los sacerdotes corruptos y los malvados en su propio pueblo.
Ahora bien, por supuesto, ellos no sabían que Malaquías sería el último libro justo antes de un período de 400 años de silencio profético, que no terminarían sino hasta la llegada de Juan el Bautista. 400 años de no escuchar absolutamente ni una palabra de parte de Dios estaban por comenzar. Y aunque ellos no sabían esto, Dios sí lo sabía.
Quizá si pensara en dar un último mensaje previo a una larga ausencia, tocar el tema de los diezmos y las ofrendas no estaría en el primer lugar de mi lista. Pero el propósito de Dios, en su infinita sabiduría, al revelar esta palabra profética, era reavivar la fe de los oyentes. De ese remanente fiel que esperaba la manifestación gloriosa del mesías de Dios.
El tema de los diezmos y las ofrendas en este libro es, como veremos, central. Actos concernientes al diezmo y las ofrendas se mencionan directamente en 15 ocasiones a través del libro, y en 3 de los 4 capítulos que conforman el mensaje. Y, tras estudiar el libro, se hace claro el porqué: El profeta nos narra tres formas equivocadas de practicar el diezmo y las ofrendas y que de uno u otro modo funcionan como una especie de prueba diagnóstica de la relación del pueblo con Dios como individuos y como comunidad. Y verdaderamente el estado de nuestros diezmos y nuestras ofrendas revelan el estado de nuestra relación con Dios.
Es mi propuesta en esta exposición, que usted salga convencido de ofrendar y diezmar, no porque la iglesia le obligue a hacerlo, no porque siembra uno y Dios le da dos. ¡No!
Sino porque las ofrendas y los diezmos deben llevar al pueblo de Dios a adorar a Dios, a recordar el pacto, y a ejercitar la fe en obediencia.
Adoración
El primer punto que estaremos viendo esta mañana es que los diezmos y las ofrendas deben llevar al pueblo de Dios a adorar a Dios.
Vayamos juntos al texto en Malaquías:
1 Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías.
2 Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, 3 y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto.
4 Cuando Edom dijere: Nos hemos empobrecido, pero volveremos a edificar lo arruinado; así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ellos edificarán, y yo destruiré; y les llamarán territorio de impiedad, y pueblo contra el cual Jehová está indignado para siempre.
5 Y vuestros ojos lo verán, y diréis: Sea Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel.
¡Qué forma tan impresionante de iniciar esta revelación!
Yo os he amado —dice el Señor—.
Lo que está haciendo Dios por medio de su profeta es sentar las bases de la adoración. ¿Por qué debemos adorar a Dios? En primer lugar, porque Él es Dios, pero ¿cuánto más debemos adorarle cuando nos damos cuenta Él nos ha amado?
Ahora bien, quizá al pueblo no le satisfizo esta respuesta y continúa preguntando:
—¿En qué nos amaste?
Y la respuesta del Señor es la siguiente: ¿No era Esaú hermano de Jacob? Es decir, ¿no estaban estos dos en las mismas condiciones delante de mi? Pecadores que merecían nada más que mi ira y mi juicio santo por haber transgredido mi ley. Mira pues, aunque ambos merecían lo mismo, escogí a Jacob para amarlo, más a Esaú aborrecí, y vean qué ha sido de Edom, su pueblo: destrucción, ruinas, pueblo impío contra el cual estoy airado para siempre. Ustedes pudieron haber sido Esaú, ustedes pudieron haber sido Edom, pero yo los amé. ¿Con qué propósito? Verso 5: para que me adoraran. Yo los amé de forma especial para que me adoren de forma especial.
Y continúa diciendo:
6 El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?
7 En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable.
8 Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.
El Señor exige su honra, alabanza, y correcta adoración y los sacerdotes preguntan: ¿En qué te hemos fallado? ¿En qué hemos menospreciado tu nombre y en qué te hemos deshonrado?
—En que sus ofrendas son de sobras. Me das lo enfermo, me das lo malo, me das lo que no te sirve y lo que no vas a usar.
¿No es esto malvado hermanos? Esta es la primera práctica equivocada con respecto a las ofrendas que el pueblo cometía y que Dios condena: Sus ofrendas eran de sobras.
Al ser la ofrenda un acto de adoración, no podemos ofrendar pensando en dar de nuestras sobras al Todopoderoso Creador, Sustentador, Dueño y Señor de todo lo que existe.
Dios reta a su pueblo a llevar este mismo tipo de ofrendas de sobras a sus gobernantes a ver qué tal les parecen y si les son agradables.
Versículo 9 continúa leyendo:
9 Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos.
10 ¡Oh, si hubiera entrevosotros quien cerrara las puertas para que no encendierais mi altar en vano! (LBLA) Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.
11 Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos.
12 Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando decís que su alimento es despreciable.
13 Habéis además dicho: !!Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová.
14 Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifica a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones.
Hermanos, permítanme dejar algo en claro: Dios no necesita de tu ofrenda. Si a Él no le parece agradable no tendrá ningún reparo en despreciarla.
Y no las necesita porque como dicen el v. 14 y 11 Jehová es Gran Rey. Desde donde el sol nace hasta donde se pone, el nombre del Señor es grande entre las naciones, y siempre habrá quienes le ofrenden limpiamente y de corazón.
Pero si la ofrenda es considerada una carga por nosotros, si vivimos pensando que es un fastidio, la Palabra nos dice que lo que estamos haciendo es despreciar a Jehová. Si despreciamos a Jehová, consecuentemente traeremos ofrenda de mala calidad, de nuestras sobras, de lo malo, de lo inútil.
¿Aceptará así Dios nuestra ofrenda?
Por supuesto que no. Por el contrario, hay maldición para quien, teniendo lo suficiente, le da a Dios de lo que no le sirve.
¿Cómo acostumbras ofrendar hermano? ¿Con una actitud de adoración, o con una carga en tu corazón? ¿Preparas tu ofrenda con anticipación, de lo mejor que tienes?
Porque si no es así, si no estás adorando a Dios a través de tus ofrendas, verso 9, orad por el favor del Señor para que tenga piedad. Es necesario arrepentirse y comenzar verdaderamente a adorarle como Él ha mandado.
Porque los diezmos y las ofrendas deben llevar al pueblo de Dios a adorar al Dios que los amó, no a despreciarlo. Este es el primer propósito y el primer punto.
Pacto
El segundo propósito de las ofrendas y los diezmos es recordarnos Su pacto.
Leamos el capítulo 2 versos 1-16:
1Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento.
2 Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón.
3 He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente con él. 4 Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que fuese mi pacto con Leví, ha dicho Jehová de los ejércitos.
5 Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. 6 La ley de verdad estuvo en su boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad. 7 Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos.
8 Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos. 9 Por tanto, yo también os he hecho viles y bajos ante todo el pueblo, así como vosotros no habéis guardado mis caminos, y en la ley hacéis acepción de personas.
10 ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres?
11 Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y se casó con hija de dios extraño.
12 Jehová cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela y al que responde, y al que ofrece ofrenda a Jehová de los ejércitos.
13 Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. 14 Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.
15 ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud.
16 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.
Jehová había hecho un pacto con Israel donde habría bendición si había obediencia y maldición si desobediencia. Pero también había hecho un pacto específico que involucraba a la tribu de Leví. En Números 3:40-51 Jehová establece su derecho sobre la vida de todo primogénito de Israel como también lo había hecho en Éxodo 13, pero en lugar de tomar estas vidas, Dios elige a la tribu de Leví, no para morir, sino para vivir consagrados a Dios, sirviendo en el templo, enseñando y proclamado la Palabra de Dios para que el pueblo se mantuviera fiel al pacto. Y así sucedió por un tiempo.
Pero la acusación del profeta en el verso 8 es que los mismos sacerdotes se habían corrompido. Se habían convertido en jueces injustos, permitían divorcios (o repudios) sin ninguna justificación, y aún peor, permitían que los varones divorciados sin razón tomaran para sí esposas idólatras de naciones paganas, todo por una pequeña suma…aceptaban sobornos.
Verso 12: Y estas personas que participaban de estas abominaciones, tanto los sacerdotes corruptos como aquellos que los sobornaban llevaban otro tipo de ofrenda al altar. Sus ofrendas eran quizá físicamente perfectas, no eran ofrendas de sobras. El problema es que en sus corazones habían olvidado el pacto de Dios con Su pueblo. Eran ofrendas preciosas, de personas infieles al pacto.
Las ofrendas debían recordar el pacto que Dios había hecho con su pueblo, al cual había elegido, amado y salvado por gracia para que lo adorara. No se trataba solamente de cumplir con el llevar ofrendas bonitas y agradables a la vista, sino que debían ser llevadas por personas que tuvieran vidas santas que reflejaran verdaderamente ser parte del pueblo del pacto.
Quizá tu problema no sea con la calidad de la ofrenda amado, pero si tu vida no da evidencia de que eres parte del cuerpo de Cristo, si tu ofrenda no da evidencia que has sido comprado por la sangre del Cordero en el nuevo pacto en Cristo Jesús, entonces es igual de despreciable que la ofrenda de sobras.
Si vives en pecado, en fornicación, en adulterio, pornografía, borrachera, rebeldía, adicciones, en injusticia, robos, maledicencias, si has ofendido a algún hermano pecando contra él, si estás en chismes, si no te sometes a tus padres, si no discípulas y disciplinas a tus hijos en la amonestación y la sabiduría del Señor, si no quieres someterte a tu marido, o si no estás dispuesto a dar tu vida por tu esposa todos los días para santificarla como Cristo hizo por su iglesia, y con todo esto vienes y pretendes presentar ofrenda delante del Señor, no esperes que tal ofrenda le sea agradable.
Verso 17 también dice:
17 Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? En que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace; o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?
El cinismo de traer una ofrenda al Señor cuando no estoy dispuesto a que mi vida de testimonio de que pertenezco a la comunidad del pacto es una afrenta directa y una burla delante de Jehová.
Continuamos con el capítulo 3 y leemos:
1 He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.
2 ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. 3 Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia. 4 Y será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos. 5 Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de mí, dice Jehová de los ejércitos.
Al principio bien habíamos comentado que el propósito del profeta era revitalizar la fe del pueblo, y especialmente, del remanente fiel. Y aquí podemos ver, en medio de la oscuridad del pecado contra el cual se ha levantado el profeta en sus acusaciones, un rayo de esperanza concerniente al mesías esperado.
Malaquías trae excelentes noticias antes del periodo de silencio: ¡Viene el ángel del pacto! ¡Viene Cristo como fuego purificador para limpiar a los hijos de Leví para que finalmente puedan traer ofrendas de justicia!
El remanente fiel del pueblo se había dado cuenta de que no existía nada mágico en ofrendar. Las ofrendas por sí mismas no harían desaparecer el mal que les rodeaba. Sin embargo, aquí el profeta les habla del Ángel del pacto, aquel que vendría a hacer aquello que para las ofrendas fallidas y los sacerdotes corruptos era imposible: presentar una ofrenda agradable a Jehová; una ofrenda perfecta. Y finalmente, vendría también a juzgar a los injustos, a poner fin al dolor, a establecer su juicio eterno.
Por eso amado hermano, cuando tu y yo vamos a depositar nuestra ofrenda, debemos hacerlo recordando el pacto en Cristo con vidas santas que den testimonio que formamos parte de la comunidad del pacto, hasta que Él vuelva en gloria y juzgue al malvado.
Obediencia y Fe
Finalmente, los diezmos y las ofrendas nos deben llevar a ejercitar la fe en obediencia.+
Capítulo 3 versos 6-12 leemos:
6 Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.
7 Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?
8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
9 Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
10 Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
11 Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.
12 Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.
En el primer caso, se llevan ofrendas de las sobras y de lo inútil, y el profeta amonesta porque las ofrendas deben servir para la adoración. En el segundo caso, se ofrecen dádivas de buena calidad, pero con corazones que han olvidado el pacto, y se nos advierte que el ofrendar debe llevarnos a recordar constantemente el pacto con el Señor.
Pero el tercer caso es quizá el más serio de todos. Es tan serio que el profeta ni siquiera inicia con la acusación, sino con la explicación de por qué es que Dios no los ha consumido en ira. (Que es justamente porque Él sí es fiel al pacto y al pueblo que Él ha elegido). Aún antes de hacer la última acusación, Jehová por medio del profeta llama claramente al arrepentimiento:
—Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros
Y ante tal urgencia, el pueblo pregunta:
—¿En qué hemos de volvernos? ¿De qué debemos arrepentirnos?
A lo cual el profeta responde:
—¿Robará el hombre a Dios? (viene la acusación)Pues vosotros me habéis robado.
—¿En qué te hemos robado? Pregunta el pueblo.
—En los diezmos y las ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
¿Robaron sólo en las ofrendas como si el diezmo no fuera requerido? No. ¿Robaron sólo en el diezmo como si la ofrenda no fuese un mandato? No. Diezmos y ofrendas, dos aportaciones distintas, ambas mandadas e inexcusables, y en ambas el pueblo le estaba robando a Dios. Lo que significa que ambas eran obligatorias, ambas le pertenecen al Señor, por tanto, cuando no se le da al Señor lo que es suyo Él lo llama robo.
Hermanos, la diferencia entre los diezmos y las ofrendas no es que uno sea obligatorio y el otro no. Si nos ponemos a estudiar con seriedad la Palabra de Dios nos daremos cuenta de que la única diferencia entre los diezmos y las ofrendas es que el diezmo representa una devolución mínima del 10% (aunque puede ser mayor) de lo que Dios te ha permitido administrar, por esto es una devolución, porque el 100% es suyo y tu sólo lo administras por su gracia y misericordia, no por tu esfuerzo y trabajo, y que está destinado específicamente al mantenimiento de la iglesia como institución; mientras que la ofrenda es una devolución obligatoria de un porcentaje voluntario, sin un mínimo ni un máximo que puede estar destinada para distintas necesidades según sea el caso.
El porcentaje de la ofrenda corresponderá a lo que Dios te permita administrar sin dejar de cumplir tus responsabilidades financieras.
No nos confundamos hermanos, no se trata de dar hasta la pobreza, incluso muchas de las ofrendas sirven para ayudar a otros hermanos en necesidad. Se trata de una forma en la que Dios nos permite desapegarnos de lo material en obediencia y así mejorar nuestro manejo de los recursos y la administración de lo que Él nos provee diariamente. Nada de lo que tenemos es nuestro, todo es del Señor, la pregunta no debe ser cuánto de lo nuestro debemos darle, sino con cuánto de lo suyo es prudente quedarnos.
Pero cuando el amor al dinero nos lleva a tal extremo de negar lo que a Dios le corresponde por derecho, a esto, la Biblia le llama robarle a Dios, y acarrea juicio y maldición para quienes lo practican.
Esta es la tercera práctica equivocada con respecto al diezmo y las ofrendas que Malaquías confronta: Robarle a Dios, no presentarle lo que es suyo.
Sin embargo, y en un giro tremendamente interesante, distinto al patrón bíblico general donde Dios no se agrada en ser probado por el hombre, en esta ocasión es Dios mismo quien manda al hombre a probarle en este aspecto: Al obedecer responsablemente con los diezmos y las ofrendas, habrá bendición, dice el Señor.
¿Qué clase de bendición? Los versos 11 y 12 hablan de bendición material en cuanto a la cultura agraria de la época. ¿Será esto válido para nosotros hoy? Quizá si te dedicas a sembrar y cultivar, aunque aquí en el desierto eso es difícil. Yo creo que aplica a nosotros también. Sin embargo, la correcta interpretación del pasaje no nos lleva a pensar que el enfoque de la bendición hace referencia a lujos o extravagancias personales, sino a necesidades de la comunidad del pacto en general. Lo que Dios está prometiendo como bendición es precisamente que no nos faltará nada. Y pensemos en el uso de los diezmos y las ofrendas: Si todos diezmáramos y ofrendáramos abundante y responsablemente como deberíamos hacerlo y alguien de entre nosotros se halla en necesidad de un medicamento, o de vestido, o de comida, ¿no seríamos suficientes todos nosotros para satisfacer esa necesidad? Por otro lado, creo que no solo habla de necesidades materiales sino espirituales: Si los diezmos son usados para que la iglesia como institución no tenga necesidades, para proveer libros y educación para aquellos que se encargan de guiar, cuidar, pastorear y educar a la congregación, ¿no abundaría aún más entre nosotros la sana doctrina y personas mejor capacitadas para el ministerio? ¿No seríamos capaces de alcanzar más personas? ¿De abrir nuevas misiones? ¿De predicar a Cristo en otros lugares?
Dios ha hecho una promesa para aquellos que le obedecen. ¿Tenemos fe en que Dios cumplirá lo que ha prometido? Dios nos llama a probarlo en este aspecto. Por eso también los diezmos y las ofrendas nos llevan a ejercitar la fe en obediencia.
Conclusión
Terminamos de leer:
13 Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti?
14 Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos?
15 Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon.
16 Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. 17 Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.
18 Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.
4 Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.
2 Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.
3 Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.
4 Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.
5 He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.
6 El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.
Para terminar hermanos; ¿en qué grupo estamos nosotros?
¿Somos de aquellos que se preguntan de qué aprovecha someternos a las ordenanzas de Jehová? ¿Qué traen ofrendas desagradables, o que aún le roban en los diezmos y ofrendas al Señor? ¿Somos de aquellos que ven a quienes se burlan de Dios y dicen: “Bienaventurados los soberbios, porque tentaron a Dios y se salieron con la suya”?
¿O somos de aquellos que temen a Jehová? ¿De aquellos que son su especial tesoro? ¿Aquellos que recibirán perdón y salvación en el día del Señor? Quienes a través de los diezmos y las ofrendas le adoran, recuerdan el pacto y obedecemos por fe.
Malaquías nos llama a aprender la diferencia entre el justo y el malvado. El que sirve a Dios y el que no le sirve. ¿De qué lado estás hoy? Si estás entre los justos, ¡gloria a Dios! Suplica a Dios que continúe dándote la fuerza y sabiduría para obedecer Su Palabra. Pero si estás entre los malvados, déjame decirte que hay esperanza.
Para la audiencia de Malaquías, Cristo era una profecía, una promesa, y las ofrendas y los diezmos apuntaban hacia Él porque Él sería la ofrenda de sacrificio para apaciguar la ira de Dios sobre sus elegidos. Él es el Sol de justicia que vino a nacer y en sus alas trajo salvación, porque no se entregó en un 10% sino que se entregó completo, hasta la muerte y muerte de cruz. Cada vez que ofrendamos lo debemos hacer recordando que Cristo es la ofrenda perfecta, y el sacrificio aceptable por el pecado de aquellos amados por el Padre. Es por su ofrenda que nosotros podemos estar delante de Dios y presentar nuestras ofrendas y nuestros diezmos como agradables al Señor.
Si hoy tienes que ponerte a cuentas con Dios en este aspecto hazlo, te invito a que te arrepientas, y supliques gracia y misericordia, sabiduría y ayuda de parte de Dios para regresar a la obediencia. Si como los sacerdotes corruptos te encuentras en una posición de liderazgo y has permitido que se estén realizando estas prácticas equivocadas, presentar sobras, olvidar el pacto y robar a Dios, también te invito a ponerte a cuentas con Dios. Porque como pastores, ancianos y maestros es nuestro deber cuidar que esto no suceda dentro de la comunidad del pacto. Si reconoces que tienes problemas con el dinero ya sea por un apego excesivo o por una falta de administración, también te invito a que te acerques al Señor en arrepentimiento y fe; es sólo a través de Cristo que podrás vences estos ídolos y vicios; y a que busques ayuda con los ancianos y pastores de esta iglesia. Si tienes necesidad económica, acércate también con confianza al consistorio. La iglesia tiene que saber de las necesidades de los suyos para poder apoyar conforme Dios nos permita hacerlo.
Y finalmente, te invito a que, al momento de depositar hoy tu diezmo y tu ofrenda al Señor, lo hagas con una actitud de adoración, porque Él nos ha amado. Recordando el pacto de Dios con su pueblo, con una vida que de testimonio de que formas parte de la comunidad del pacto. Y ejercitando la fe, en obediencia, sometiéndote al Señor, y confiando que Él cubrirá todas tus necesidades.