Una de las objeciones que más se han escuchado a lo largo de la historia es aquella que dice que Dios es un Ser malo e injusto por escoger sólo a algunas personas para salvación y no a todos. De hecho, muchas de estas personas piensan que el Señor, al hacer esa elección, trató a la humanidad de manera caprichosa (i.e. a este sí, a este no y así sucesivamente) y no de una forma justa. Para ellos las constantes preguntas son: ¿por qué “un Dios justo” haría algo como tal? ¿Por qué no salvar a todos o simplemente no salvar a nadie?… ¿Por qué la elección de algunos y no de todos?
La Biblia responde de la siguiente manera:
Primero, Dios no estaba obligado a salvar a nadie. Él, de manera libre, quiso brindar la salvación a ciertas personas. Teológicamente, a esto se le conoce como el Pacto de Redención, en el cual, los tres miembros de las Trinidad acordaron salvar a algunas personas como también los detalles de cómo llegarían a tener esa salvación. Establecieron lo siguiente: el Padre escogería dentro la humanidad a algunos para ser redimidos, el Hijo sería enviado por el Padre y daría su vida en expiación por los pecados de los elegidos y el Espíritu Santo sería el que aplicaría eficazmente la salvación y sus beneficios a los escogidos, y todo esto para mostrar lo gloriosa que es su gracia.
Segundo, el Señor realizó una elección incondicional. Esto significa que cuando Dios escogió a algunos para salvación, no lo hizo con base a algún mérito, habilidad o bondad inherente en la persona sino a su libre voluntad. Es decir, el Señor no los eligió porque hubiera visto cosas buenas en sus corazones que otros no tenían o méritos que los hicieran merecedores o mejores que otros humanos. Las epístolas a los Romanos y a los Efesios dejan muy en claro que esto no pudo ser así, debido a la realidad de la corrupción de naturaleza que tendría todo hombre y que Dios conocía desde la eternidad. Veamos lo que Pablo escribe sobre este tema:
- Efesios 2:1: En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados.
- Romanos 3:10-12: «No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!»
- Otro pasaje que muestra claramente que Dios no escogió a algunos por causa de alguna virtud en ellos lo encontramos en Romanos 9:10-16, donde dice: No sólo eso. También sucedió que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección divina, no en base a las obras sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: «El mayor servirá al menor.» Y así está escrito: «Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú.» ¿Qué concluiremos? ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera! Es un hecho que a Moisés le dice: «Tendré clemencia de quien yo quiera tenerla, y seré compasivo con quien yo quiera serlo.» Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios.
Tercero, ¿puede Dios hacer esto? Es decir, ¿tiene el derecho de escoger a quien él quiera para perdonar y a los que no, pasarlos por alto? Veamos cómo responde Pablo, Romanos 9:21, ¿No tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro unas vasijas para usos especiales y otras para fines ordinarios? Con esta pregunta retórica, Pablo nos está enseñando que Dios como nuestro Creador tiene la autoridad de hacer su voluntad con nosotros. De manera que, si él desea salvar a unos y no a todos, él tiene ese derecho. Es como si tu crearas 10 pelotas exactamente iguales, (ninguna es mejor que la otra) y un día decides, como dueño vender unas, regalar otras, y destrozar algunas cuantas. ¿Es injusto? No, porque tú eres el que las creó. ¡Tú eres el dueño! Así que, desde este ángulo no es injusto que Dios elija mostrar su misericordia a unos y a otros su justicia.
Sin embargo, vayamos un paso más adelante y analicemos lo que significa que Dios sea justo. Para este punto, utilizaremos la definición que da Louis Berkhof en su Teología Sistemática, ya que considero que es uno de los más importantes teólogos reformados. Berkhof escribe: “la justicia es aquella perfección de Dios por medio de la cual Él se mantiene en contra de toda violación de su Santidad y deja ver en todo sentido que Él es Santo.” Y, por lo tanto, “esta necesariamente obligado a castigar el mal.”
Estas palabras nos dicen que Dios es justo en su Ser y que cualquier violación a su santa ley, debe ser castigada. Ahora, si todo hombre (como vimos de los pasaje de Romanos y Efesios) nace siendo pecador e incapaz de hacer lo que agrada a Dios, entonces la conclusión lógica es que, si Dios decide por su soberano derecho, darle al pecador lo que merece por su maldad, a saber, el castigo eterno, lejos de ser un acto de injusticia, es totalmente lo contrario. Lo que realmente está haciendo es aplicando su justicia. Dicho de otra manera, Dios sería injusto si no le da al culpable el castigo que merece por su pecado y rebelión.
Ahora, tal vez te preguntes por qué a los elegidos para salvación no les aplica su justicia si también ellos son pecadores. La respuesta es Cristo. Es decir, el Señor Jesús tomó el lugar de los elegidos y sufrió en la cruz todo el castigo que ellos merecían. Jesús fue el sustituto que recibió toda la justa ira de Dios para que al creer en Él, los elegidos puedan entonces ser perdonados y recibir la bendición de la vida eterna. Como bien escribe el apóstol Pablo: pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús (Ro 3:24–26).
En resumen:
- Dios no estuvo obligado a salvar a nadie, él quiso hacerlo. Y cuando escogió a los que serían salvos, no los eligió porque hubiera algo bueno en ellos que los hiciera mejor que los otros seres humanos. Dios los escogió porque esa fue su soberana voluntad. Como dice Pablo: En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad (Efe.1:4c-5).
- Dios pudo haber planeado salvar a todos por medio de Cristo, sin embargo, no fue ese su deseo. Como Soberano, decidió otro camino, no por capricho sino porque quería hacer algo que le trajera más gloria y al no escoger a unos para salvación, entonces estaría mostrando su gloriosa justicia. Y así, él estaría exaltando tanto su gracia en la elección de unos para vida como su justicia en condenación de otros.
Como podemos ver, Dios no es injusto. Esta objeción carece de veracidad y por lo tanto, no debería hacernos dudar de lo grandioso y soberano que es nuestro Dios, quien a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó (Ro 8.30).