Mi Voto: Su Gloria
Rechazo “Piadoso” y Participación “Ingenua”, los extremos de una realidad distorsionada.
Históricamente, hay dos aproximaciones generales hacia la política por parte de los cristianos: un rechazo ‘piadoso’ o una participación ‘ingenua’.
Déjenme definir a qué me refiero con cada uno de estos términos. Llamo rechazo ‘piadoso’ a la falsa creencia que nos dice que el gobierno es una entidad tan corrupta y manchada por el pecado y la maldad, que pensamos que lo correcto o ‘piadoso’ es alejarnos lo más posible de tal entidad. Confundimos, en nuestra ignorancia, la separación entre Iglesia y Estado con la separación del Estado de Dios. Nada más alejado de la realidad.
Así como Dios ha establecido a Su iglesia como una institución con sus propias autoridades y medidas disciplinarias, cuyo propósito es extender y hacer evidente el reino de Dios mediante la predicación de la Palabra de Dios y la administración de los sacramentos, es este mismo Dios quien ha establecido al estado como una institución, con sus propias autoridades y medidas disciplinarias, cuyo propósito es extender y hacer evidente el reino de Dios mediante la aplicación de la justicia y el uso recto, mesurado y bondadoso de la fuerza para restringir el mal y fomentar el bien social.
El apóstol Pablo le llama a este poder, el poder de la espada (Ro. 13:1-10). La Biblia establece que los gobernantes son, primero que nada, servidores de Dios, dispuestos para fomentar el amor y vigilar que la ley establecida por Dios sea guardada, y, por cierto, rendirán cuenta ante Él de cada una de sus obras. Por tanto, es un error categórico pensar que Dios no se interesa por el gobierno o la política, o que, como cristianos, no debemos participar de estas actividades. Al contrario, debemos anhelar glorificar a Dios mediante ejercer y fomentar gobiernos que cumplan con el propósito de Dios.
Por otro lado, existe lo que llamo una participación ‘ingenua’. Con esto me refiero a aquellos que han entendido que están llamados a participar en el gobierno, a participar en la política, a ver por el bien común, etc., pero, para esto, consideran necesario, ajustarse a los estándares del mundo caído. Quiero ser muy claro aquí: No quiero satanizar, ni declarar que militar en o por algún partido político sea intrínsecamente malo. Repito, no estoy diciendo que militar en un partido sea pecado. Pero sí quiero llamar la atención que la Biblia claramente nos llama a no conformarnos al mundo, sino a transformarnos mediante la renovación de nuestras mentes (Ro. 12:2).
La Palabra también nos dice que somos principalmente ciudadanos del reino de los cielos (2 Co. 5:1), por lo que, en la tierra, somos embajadores de Cristo (2 Co. 5:20), que nuestra principal tarea es la predicación del evangelio para la extensión del reino (2 Co. 5:18-21), lo que el apóstol llama: “el ministerio de la reconciliación”; nos dice, ciertamente, también, que estamos llamados a mostrar el reino de Dios en la tierra y que estas no serán tareas fáciles, sino llenas de tribulaciones y de angustias, pero que la realidad del reino es muchísimo mejor, para quienes estamos en Cristo (2 Co. 6:1-10); y posterior a esto, al darnos tan preciosa razón que es el sacrificio de Cristo y nuestra realidad como ciudadanos del reino nos dice: no os unáis en yugo desigual (2 Co. 6:14). Esto no se refiere únicamente a las relaciones maritales como comúnmente se piensa, sino más extensamente, a cualquier relación estrecha que estemos tentados a tener con el mundo diferente a aquella que sirve para ministrarles por medio de la predicación de las buenas nuevas de Jesús (el ministerio de la reconciliación).
Cuando leemos 2 Corintios 6:14-18, se nos urge separarnos del mundo, a no ser que estemos allí para predicarles y mostrar el reino. A qué quiero llegar con esto, quizá Dios te ha llamado específicamente a predicar el evangelio con palabras y acciones (ojo, no son palabras ‘o’ acciones, sino palabras ‘y’ acciones) a algún partido político específico, y para ello debas militar en este, pero lo que quiero sugerir, es que quizá, y sólo quizá, lo más probable, siguiendo esta línea de pensamiento bíblico, aunque estés llamado a la política, estás llamado a hacer una política distinta. Insisto por tercera vez, no digo que militar en un partido siempre sea pecado, pero en tu caso, podría ser así.
Considera lo siguiente, si Dios te ha llamado a hacer política, entonces, te ha llamado a hacer una política santa, una que no necesita prostituirse con aquella política corrupta, inmunda y de tinieblas como la del mundo. Una política santa, que refleje al Dios santo que te ha enviado a hacerla. Considera una candidatura independiente, o comenzar a formar un partido que esté liderado por hombres temerosos de Dios, donde sea la Palabra de Dios la que marque la agenda, y no las pasiones de un pueblo entregado a los deseos de la carne. De nuevo, si Dios te ha llamado a hacer política para Su Gloria, no necesitas ser respaldado por los “grandes partidos políticos” si estos representan corrupción o inmoralidad.
… si Dios te ha llamado a hacer política, entonces, te ha llamado a hacer una política santa, una que no necesita prostituirse con aquella política corrupta, inmunda y de tinieblas como la del mundo.
Recuerda que este Dios quien te ha dado el don para servirle como funcionario público hizo de un copero humilde un gobernador (Ne. 1:11; 3:16), de un siervo miedoso un líder de trescientos hombres que terminó siendo un ejército invencible (Jue. 6; 7; 8:1-23), y de un pastor de ovejas un rey admirable (1 Sa. 16:11-13), para que Dios fuera glorificado y no el hombre.
Finalmente, si Dios está interesado en nuestras decisiones y acciones políticas, entonces nosotros debemos ser muy diligentes en informarnos todo lo posible antes de tomar estas decisiones o ejercer estas acciones. Debemos ser capaces de discernir si tal o cual candidato o partido representa la voluntad de Dios para esta nación, que es Su nación. Y si no lo es, sería necio y rebelde de nuestra parte apoyar a tal o cuál. Para esto es necesario estudiar la Palabra de Dios, para conocer Su voluntad, y orar para que Su Espíritu nos guíe en esta difícil labor. Esta temporada electoral debe ser una que nos lleve a buscar más qué piensa y desea Dios de cada contendiente y para este pueblo, y menos qué pienso o deseo yo. A final de cuentas, esta historia es Su historia.
Oremos por que Dios nos ayude a tener una percepción equilibrada de la política, y que nos permita ser diligentes en estudiar Su Palabra para que conozcamos Su voluntad.