En el artículo anterior iniciamos un estudio panorámico de los libros sapienciales que encontramos en las Escrituras y analizamos brevemente uno de ellos, el libro de Eclesiastés.
En este escrito continuaremos abordando los libros de sabiduría, específicamente, el libro de Job.
Aspectos generales sobre el libro de Job
- Tanto la autoría como la fecha de redacción del libro son desconocidos. Algunos creen que Moisés fue su autor, sin embargo, no hay evidencia alguna para ello; lo más sabio es dejar estos dos temas abiertos.
- La estructura básica del libro es la siguiente:
- Prólogo en prosa (1-2)
- Diálogos poéticos (3-37)
- El discurso de Dios y la respuesta de Job (38-42:6)
- Epílogo en prosa (42:7-17)
- En resumen, podemos decir que este libro nos presenta varios diálogos entre Job y sus “bien intencionados, pero en extremo equivocados «consoladores»: Bildad, Zofar, Elifaz, y Eliú, quienes le exhortan una y otra vez a confesar su pecado, cualquiera que sea, y reconocer que Dios administra un mundo que es bueno y justo en el cual obtenemos lo que merecen nuestras decisiones. Con igual tenacidad, y una mayor elocuencia, Job argumenta que no había hecho nada para merecer la ira de Dios. Eliú, el último «consolador» en arribar a la escena, defiende lo superior del conocimiento y métodos de Dios. Esto es lo más cercano a una respuesta para Job de lo que nadie ha sido aún capaz de ofrecer, y parece como si Job fuera a aceptar la respuesta, en parte satisfactoria, en parte indignante, de Eliú, cuando de pronto el propio Dios le habla a Job y a los otros [para enseñarles] que Sus caminos están muy por encima de nuestros caminos, y que el hecho de que permita el sufrimiento no significa que no sabe lo que hace ni que su derecho a hacerlo deba ser cuestionado. Sus decisiones son siempre superiores [y mejores] a las nuestras” (Stuart).
Principios para considerar al interpretar Job
- Al interpretar el libro de Job uno debe analizar adecuadamente el lenguaje figurado que el autor utiliza, el cual abunda no sólo en metáforas y símiles, sino también en contrastes, ironías y frases candentes.
- El interprete también debe estudiar las declaraciones de cada uno de los personajes que intervienen en el libro y determinar hasta qué punto expresan una verdad totalmente válida, una verdad a medias o constituyen un error. Recordemos que tanto Job como sus amigos hicieron afirmaciones maravillosas, pero de los labios de todos ellos salieron también grandes dislates. El intérprete ha de dar a cada frase el valor que le corresponde. Para lograr esto debe analizar los consejos y conclusiones de Job y en especial de sus amigos bajo la luz de los capítulos 38-41, que son las palabras que Dios mismo habló en relación con todo lo que había ocurrido, como también debe filtrar los diálogos encontrados en el libro bajo el contexto general de la Biblia. No hacer esto nos llevará a caer en los mismos errores que cayeron los amigos de Job.
En el siguiente artículo terminaremos de hablar sobre los libros sapienciales analizando el libro de Proverbios.