He pasado por muchas cosas en estos años. Conozco el sentimiento cuando un padre te abandona; sé lo que se siente perder a un ser querido; sé las consecuencias que trae la violencia doméstica; sé lo que provoca en una familia que un integrante esté inmerso en las drogas; sé lo que significa tener una familia fragmentada. Así también, en estos años me ha tocado ver mucho sufrimiento en otras personas. He visto a una madre reír con su hija y dos días después recibirla en una pequeña caja de madera; he visto a una mujer soportar los gritos de su esposo por décadas; he visto a una niña de cuatro años llorar porque no volverá a ver a su madre. Veamos las noticias, el sufrimiento también está presente ahí. Cuando vemos que grupos del narcotráfico arrasan con pueblos; cuando en Estados Unidos niños pequeños gritan y lloran porque han sido separados de sus padres; cuando vemos que hubo una balacera en algún lugar, y podríamos seguir citando casos.
La verdad, es que sufrimos todo el tiempo, sufrimos cuando no tenemos lo que queremos; sufrimos cuando no podemos hacer algo que deseabamos hacer; sufrimos cuando nos frustramos; sufrimos cuando alguien nos molesta, sufrimos cuando alguien nos lastima, sufrimos cuando salimos de nuestra zona de confort. En la vida no podemos evitar el sufrimiento, está presente, es real. No podemos pensar que por ser hijos de Dios seremos libres del sufrimiento y que tendremos una vida de color rosa. Eso es una falacia. Dios nos ha llamado al sufrimiento.
“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”.
Filipenses 1:29 RV60
El sufrimiento es parte del camino del cristiano. Dios mismo nos lo ha advertido, así que no pensemos que todo será color rosa, pero algo tenemos que tener claro, Dios no nos manda sufrimiento porque le gusta vernos sufrir, no, la biblia misma dice que Dios nos ama.
“Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”.
Romanos 8:28 LBLA
Podemos afirmar que el sufrimiento tiene un propósito, una razón de ser, un motivo. El sufrimiento es un camino necesario para el cristiano.
Vamos a sufrir.
Lo primero que debemos entender, como había dicho anteriormente, es que vamos a sufrir. No lo podemos evitar.
Dice Hechos 14:22:
“Pero vinieron algunos judíos de Antioquía y de Iconio, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y lo arrastraronk fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. Pero mientras los discípulos lo rodeaban, él se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente partió con Bernabé a Derbe. Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo:Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”.
Es a través del sufrimiento como entramos al reino de Dios. La pregunta ahora es,
¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué sufrir para entrar a la presencia de Dios? ¿Por qué no puede ser todo más fácil? Dice el comentarista Kistemaker acerca de este pasaje:
“Del contexto podemos deducir que dos razones motivaron a los apóstoles a pasar bastante tiempo con estos discípulos: siguen fortaleciendo a los nuevos cristianos en su fe y siguen animándolos (c.f. 15:32, 41; 16:5;18:23). Estos recién convertidos de Listra no están preparados para las tribulaciones que tienen que soportar. Aunque muchos de los judíos convertidos al cristianismo en Palestina, Fenicia, Siria y Chipre podían contar las persecuciones que habían tenido que soportar después de la muerte de Esteban (8:1), el sufrir por su fe sería una nueva e inquietante experiencia para los cristianos gentiles. Podemos imaginarnos la legítima pregunta que habrían formulado: “¿Por qué no protege Dios a su pueblo?” Pablo y Bernabé están en condiciones de responder preguntas relacionadas con malos tratos y penalidades. Ellos saben que Dios usa la adversidad para mantener a su pueblo fiel a la fe. Recuérdese que Pablo reprocha estos mismos cristianos gentiles en Galacia, por haber vuelto rápidamente del evangelio hacia un evangelio diferente, que ni siquiera podría llamarse evangelio (Gá. 1:6–7).896 Por lo tanto, para mantener a los fieles adheridos a su confesión cristiana y hacer que pongan su confianza en Cristo Jesús, Dios manda pruebas a su pueblo. Así pues, los apóstoles dicen a estos recién convertidos, “A través de muchas pruebas entraremos en el reino de Dios”. La preposición a través es descriptiva de la vida que los cristianos deben vivir; a través de pruebas deben entrar personalmente en el reino de Dios”.[1]
William Macdonald nos habla que con esta exhortación iba un recordatorio de que es menester que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios, esto se refiere al reino de Dios en su futuro aspecto, cuando los creyentes compartirán la gloria de Cristo.[2] Una persona entra en el reino de Dios en primer lugar por el nuevo nacimiento, las persecuciones y tribulaciones no tienen valor salvífico alguno, sin embargo, a los que entran en el reino de Dios por la fe en el tiempo presente se les advierte de la certidumbre de que el camino a la gloria futura está lleno de tribulaciones, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Saben, hay que ser realistas. Cuando todo va bien, cuando no hay problemas, es muy fácil decir “Venga a nosotros tu reino”. Pero, ¿Qué pasa cuando entramos en tribulación? ¿Podemos decir con entusiasmo “Gracias Dios por esta prueba que me mandas”?
Nuestra reacción ante el sufrimiento
Partiendo de la última pregunta, ¿Cómo debemos reaccionar al sufrimiento? Si sabemos que en Su soberanía, Dios nos manda pruebas, es a través del sufrimiento en donde entramos al reino de Dios. La verdad es que nuestra reacción debería ser de gozo, puede que pienses que estoy loco, pero nuestra reacción ante el sufrimiento debería ser de gozo, porque estamos padeciendo como lo hizo Cristo, estamos siendo forjados para entrar a su presencia. Déjame explicarte este punto con dos ejemplos que se encuentran en las escrituras:
El primero de ellos es Job. Muchos conocen su historia, era un hombre recto y justo ante los ojos de Dios, tenía bienestar económico, muchos hijos y seguramente tenía bastante poder y autoridad en la tierra que vivía, hasta que un día lo perdió todo, cuando Satanás habló con Dios acerca de la rectitud de Job, cuestionando que si Dios le quitaba todo lo que tenía, seguramente ya no lo alabaría como lo hacía habitualmente; es así como Dios le quitó sus ganados, su casa, sus hijos e incluso lo abandonó su esposa. Aún con todo esto Job en el capítulo 1:20 hizo lo siguiente:
“Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró”.
A pesar de todas las pruebas que mandó Dios, Job decidió seguir adorando. ¿Te imaginas perder todo? Tu casa, tus padres, hermanos, amigos, ¡todo1 y que tu respuesta fuera una de adoración a Dios por las pruebas que te envió…
Otro ejemplo que quiero mostrar es el de los apóstoles, en la época en donde estaba iniciando el cristianismo.
“Entonces llamaron a los apóstoles y, luego de azotarlos, les ordenaron que no hablaran más en el nombre de Jesús. Después de eso los soltaron. Así, pues, los apóstoles salieron del Consejo, llenos de gozo por haber sido considerados dignos de sufrir afrentas por causa del Nombre.”
Hechos 5:40-41
Dentro del contexto en este pasaje, vemos un grupo de seguidores de Jesús que son perseguidos constantemente por los judíos, inclusive, antes de haber sido azotados los apóstoles habían sido llevados a la cárcel, y se les exigía que dejaran de predicar en nombre de Jesús. ¿Te imaginas ser azotado y salir feliz? Yo, a decir verdad, estaría muy asustado si me metieran a la cárcel, ser azotado y amenazado por predicar.
El punto es, que nuestra reacción al sufrimiento nos dice mucho sobre nuestra relación con Dios. Esa es la realidad. Examina tu corazón, ¿Cómo reaccionas ante el sufrimiento? ¿Le reclamas a Dios por las cosas que suceden? ¿Cuestionas Su soberanía? ¿Agradeces las pruebas? Tu relación con Dios, ¿Puede resistir las diversas pruebas? Como dice Job 2:10 “¿Recibiremos de Dios el bien y el mal no lo recibiremos?”.
Tal vez te preguntes, entonces si me siento triste, si lloro por las tribulaciones ¿es pecado? De ninguna manera, somos seres creados con sentimientos, no somos robots insensibles; así que es completamente normal sentir aflicción, melancolía, tristeza cuando recibimos una prueba o tribulación. Retomemos el pasaje de Job 1:20, antes que Job adorara a Dios, él primero rasgó su manto y se rascó la cabeza; en esos tiempos, eso significaba mostrar explícitamente pena, dolor o vergüenza. Podemos sentir tristeza, pero siempre debemos tener presente que esta prueba, esta tribulación, esta aflicción es para acercarnos más a Dios y debe producir en nosotros una dependencia mayor hacia nuestro Padre.
El sufrimiento no es eterno.
Tal vez estés pensando que la vida del cristiano es difícil, y lo es. Pero hay esperanza, porque las tribulaciones se terminarán un día. Llegará aquel momento en que no habrá más sufrimiento. Un día no habrá más dolor. El sufrimiento no es eterno.
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrámuerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.
Apocalipsis 21:4
El hombre no fue creado originalmente para el sufrimiento, es una consecuencia de la caída. Sin embargo, hay esperanza en el evangelio, hay esperanza en Cristo. Él nos ha prometido que todas nuestras lágrimas, nuestro sufrimiento, nuestras tribulaciones acabarán. Sólos en él tenemos esperanza.
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”
Mateo 5:4
El sufrimiento es una parte escencial para la santificación de los creyentes, para entrar al reino de Dios y nuestra reacción ante estas pruebas dice mucho acerca de nuestra relación con Dios; sin embargo, hay esperanza en Cristo, y en Él hallaremos gozo sabiendo que, eventualemente, cuando Él vuelva en gloria, todas nuestras aflicciones tendrán fin.
[1]Comentario al nuevo testamento: Hechos. Simon J. Kistemaker. Pág. 358.
[2]Comentario Bíblico: Nuevo Testamento. William Macdonald. Págs. 560 – 561.