Principios Generales
Como mencionábamos en el artículo anterior, existen algunos principios bíblicos que deben estar presentes en absolutamente todos los casos de la correcta aplicación de la disciplina eclesiástica.
Aplicar estos principios es central para que el (o los) propósito(s) de la disciplina sea alcanzado.
En Sujeción a la Palabra de Dios
No debemos aventurarnos a hacer más, ni menos de lo establecido en la Palabra. La Iglesia Católico-Romana pretende tener la autoridad de condenar al infierno a aquellos que ella considere herejes, lo cual no tiene ningún sustento o fundamento bíblico. Por otro lado, es un pecado igual de terrible omitir aquello que Dios ha marcado claramente que debemos hacer en una situación determinada. Es decir, no debemos ignorar que un hermano se encuentra en pecado para “no molestarlo” o “para no asustar a la iglesia” o cosas similares. Sino siempre debemos apegarnos a lo establecido en la Palabra de Dios.[1]
Con Sabiduría
Parte de aplicar la disciplina con sabiduría es hacerlo en dependencia del Espíritu Santo, como una unidad pastoral. Es decir, aquellos que ejercen la autoridad en la iglesia, y que les ha sido dada la responsabilidad de aplicar la disciplina, deben ser diligentes en estudiar las Santas Escrituras y clamar por la ayuda del Espíritu para mantenerse siempre fieles a lo que en ella se encuentra manifestado.[2]
En Amor
Debe existir un amor evidente para el hermano en disciplina y para la iglesia de Jesucristo. Ambos, no uno u otro, sino ambos. El propósito de la disciplina no es destruir, sino edificar, y esto es aplicable tanto para el hermano a quien se le está aplicando la disciplina como para la iglesia. Si no aplico disciplina a mi hermano que la necesita, no le estoy amando, no lo estoy edificando, sino todo lo contrario, lo estoy odiando y destruyendo. Lo mismo sucede con la iglesia, si la iglesia no es amada y edificada a través de la disciplina, entonces no se le muestra amor, y es más probable que se le esté haciendo daño. Ahora bien, hay que aclarar que edificar la iglesia no es hacerla más grande o que se queden más miembros, sino hacerla más sana, y más fundamentada y apegada a la palabra de Dios. Así también, hay que dejar bien claro, que la edificación de mi hermano en disciplina no se da al momento que se arrepiente, se da desde el momento que se aplica la disciplina. Puesto que, aún si jamás se arrepintiera, le estoy previniendo de una mayor condenación y un mayor juicio al dejarlo expuesto más tiempo a la Palabra y los Sacramentos. De modo que, todo lo que se hace mediante la aplicación de la disciplina es por amor al hermano, y por amor a la iglesia. [3]
Con Claridad
El amor se refleja también en la claridad que se tiene con ambos el hermano en cuestión y la iglesia. Para con el hermano en cuestión, se le debe explicar con claridad y bíblicamente de qué se le acusa y por qué. Se le debe explicar con claridad que, al no estar dando muestras de arrepentimiento, por ende, no está actuando conforme a la fe previamente manifestada. Se le deben explicar con claridad sus consecuencias actuales y futuras de seguir con esta conducta. Se le debe ofrecer ayuda y consejería acorde al pecado del que se le acusa. Se le debe explicar en amor que el propósito de esta disciplina es que se arrepienta y regrese a formar parte del cuerpo de Cristo. De no arrepentirse, y dependiendo del caso, se le debe dar la opción de avisar al resto de la congregación por su propia voz o la del consistorio, que este proceso de disciplina existe. Aquí está la claridad manifestada para con la congregación, en el momento que sea requerido por la Palabra de Dios, se debe avisar a la congregación del proceso de disciplina de nuestro hermano.
Buscando el Arrepentimiento Genuino
El propósito de la disciplina debe ser siempre buscar el arrepentimiento, y la excomunión siempre debe revocarse cuando exista evidencia de genuino arrepentimiento. Otras consecuencias relacionadas al pecado, y otras penas pueden prevalecer, como el cese de un liderazgo, o la remoción permanente de un ministerio específico, pero no la excomunión. La comunión y el derecho para participar de la Santa Cena no puede ser prolongado más allá del momento en que se manifieste con evidencias creíbles del arrepentimiento del hermano en cuestión.
Con la Disposición de Ayudar
En todos los casos de disciplina eclesiástica debe existir por lo menos una disposición de ayudar a la persona. Aún en el caso de una expulsión directa, el propósito es que la persona recapacite sus comportamientos y se arrepienta, y en ello, se encuentra la disposición de ayudar. Pero en los casos que así lo permitan, deberá ofrecerse consejería, oración, visitas, amonestaciones, o lo que esté establecido en la Palabra de Dios para la situación específica.
Con Humildad
Aquellos que aplican disciplina eclesiástica, y la congregación que es partícipe mediante la información y la oración por el hermano amado, debe reaccionar con temor y temblor, sabiendo que nadie está exento no sólo de la disciplina eclesiástica, sino de caer en pecado. De modo que, reconociendo que es Dios el que nos preserva como hijos suyos, debemos suplicar no sólo por nuestro hermano a quien se le aplica disciplina, sino por nuestra iglesia, nuestros pastores, y por nosotros mismos, para que nuestro Padre celestial no nos deje caer en tentación, y nos libre de todo mal.
Con Gracia
La gracia considerada en la disciplina bíblica no debe ser confundida con un desprecio irreverente de la santidad de Dios. Es decir, la disciplina debe ser cumplida en su totalidad. La gracia se encuentra en amar a nuestro hermano de manera tal, que estemos dispuestos a hacer aquello que nos es incómodo, e incluso sufrir como iglesia aquello que sabemos causará dolor al cuerpo, con tal de que este hermano se arrepienta de su pecado, y regrese a los pies de Cristo. No hay mayor gracia que mostrarle a mi hermano que Dios es un Dios Santo, santo, santo, y que en Jesucristo hay redención, y perdón de pecados para aquellos que se arrepientan de su mala manera de vivir.
Todos estos principios deben estar presentes en absolutamente todos los casos de la correcta aplicación de la disciplina eclesiástica. Ahora bien, en el siguiente artículo veremos los principios particulares sobre casos específicos de disciplina eclesiástica como nos muestra la Escritura.
Notas:
[1] Salmo 19:7-13; Salmo 119; 1 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:19
[2] Proverbios 2
[3] Mateo 18:12-3; 1 Corintios 5:5; 1 Corintios 13; Filipenses 2:3-4; πJudas 22-23