DIOS, NUESTRO PERDONADOR
- Leamos la Biblia: Daniel 9:8-11, 17-19 NVI
8 Señor, tanto nosotros como nuestros reyes y príncipes, y nuestros antepasados, somos motivo de vergüenza por haber pecado contra ti. 9 Pero aun cuando nos hemos rebelado contra ti, tú, Señor nuestro, eres un Dios compasivo y perdonador.
10 Señor y Dios nuestro, no hemos obedecido ni seguido tus leyes, las cuales nos diste por medio de tus siervos los profetas. 11 Todo Israel se ha apartado de tu ley y se ha negado a obedecerte. Por eso, porque pecamos contra ti, nos han sobrevenido las maldiciones que nos anunciaste, las cuales están escritas en la ley de tu siervo Moisés.
17 Y ahora, Dios y Señor nuestro, escucha las oraciones y súplicas de este siervo tuyo. Haz honor a tu nombre y mira con amor a tu santuario, que ha quedado desolado. 18 Préstanos oído, Dios nuestro; abre los ojos y mira nuestra desolación y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre. Al hacerte estas peticiones, no apelamos a nuestra rectitud sino a tu gran misericordia. 19 ¡Señor, escúchanos! ¡Señor, perdónanos! ¡Señor, atiéndenos y actúa! Dios mío, haz honor a tu nombre y no tardes más; ¡tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo!
- Cantemos con gozo: Himno, “En la Cruz”
Me hirió el pecado, fui a Jesús, mostréle mi dolor; perdido, errante, vi su luz, bendíjome en su amor.
Coro: En la cruz, en la cruz, do primero vi la luz, y las manchas de mi alma yo lavé; fue allí, por la fe, do vi a Jesús, y feliz para siempre seré.
Sobre una cruz mi buen Señor su sangre derramó por éste pobre pecador, a quien así salvó.
Venció la muerte con poder, y el Padre lo exaltó; espero sólo en su poder, morir no temo yo.
Aunque él se fue, conmigo está el gran Consolador. Por él entrada tengo ya, al reino del Señor.
- Reflexionemos en la Biblia: Salmo 32:1-11
1Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. 2Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. 3Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. 4Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. 5Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. 6Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. 7Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás. 8Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. 9No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti. 10Muchos dolores habrá para el impío; mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia. 11Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.
¿Recuerdas la última vez que alguien te extendió el perdón por alguna falta que cometiste en su contra? ¿Te acuerdas de los sentimientos que tuviste cuando de sus labios salieron las palabras: “Te perdono”? Estoy casi seguro de que la gratitud y el gozo fueron algunas de las principales emociones que sintió tu corazón al ser perdonado. Por supuesto, esto no ha de sorprendernos, ya que la alegría de ser perdonado por otro ser humano, es sólo uno pálido reflejo del profundo gozo que experimenta la persona a la que Dios le ofrece su perdón. Y es precisamente sobre el perdón divino que el Salmo 32 nos hablará hoy.
La necesidad del perdón
Muchos piensan que no necesitamos el perdón de Dios para ser felices en la vida. Por si fuera poco, algunos ni siquiera creen que existe el pecado, y por lo tanto, hablar del perdón de los pecados les suena algo totalmente irracional. Bueno, el Rey David tiene algo que decir al respecto.
En los versículos 1-2, David nos presenta la verdadera condición del ser humano. Y déjame decirte que no es alentadora. Él nos muestra una humanidad que transgrede, peca, y actúa con iniquidad y engaño en contra de Dios. En otras palabras, nos enseña que el hombre es pecador por naturaleza y también culpable delante del Señor por su pecado, dejándolo en verdadera necesidad del perdón divino.
Pero eso no es todo. En los versículos 3-4, el rey David nos muestra que callar y encubrir los pecados, seamos creyentes o incrédulos, solo agravará más las cosas. Ya que producirá en la gente consecuencias físicas y emocionales, como las que leemos en el versículo 3: “Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día” (LBLA). Así que, mientras más te alejes de Aquel que puede reconciliarte con el Padre, esto es, Cristo Jesús, más lejos estarás del gozo, la paz y el bienestar general que produce el perdón de Dios.
Ahora bien, si ya gozas de estar en una relación con el Señor por medio de la fe en Cristo, debes entender que, aunque ya no hay condenación para ti, sigues siendo pecador y necesitando del perdón de Dios para tu crecimiento en santidad. Es decir, el perdón de tus pecados ahora que eres cristiano ya no es para tu justificación, sino para que tu relación con el Padre crezca en intimidad e integridad moral.
La realidad del perdón
¿Qué tan cierto que es que si alguien se arrepiente, recibirá el perdón de sus pecados? Veamos lo que el rey David tiene que decirnos al respecto: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (v.5).
No cabe duda, Dios perdona al pecador arrepentido. Y lo hace, no por lastima, ni tampoco porque la persona lo merezca. Más bien, lo hace por su gracia soberana en virtud de la obra de Cristo. Por esta razón, Pablo escribe: “De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (Rom.22-24). A quien Dios, “exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hch.5:31).
El fruto del perdón
¿Cuáles son los frutos que produce el perdón divino en la vida de las personas? Una vez más, David nos ayuda respondiendo lo siguiente: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (v.1-2).
Lo primero que nos dice el rey David es que el perdón del Señor dará como fruto una genuina felicidad en Dios. Esto es evidente por el uso de la palabra “bienaventurado”, que David usa dos veces en este pasaje y que hace referencia a la dicha que gozan las personas que reciben el perdón del Padre. Por eso, la Nueva Traducción Viviente traduce estos versículos de la siguiente manera: ¡Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la desobediencia…Sí, ¡qué alegría para aquellos a quienes el Señor les borró la culpa de su cuenta…! (v.1-2).
Lo segundo que produce el perdón de Dios es una gratitud sincera que se traduce en obediencia a Dios. Los versículos 8-9 dicen así: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.”
Como podemos ver, el perdón divino no solo produce gozo y felicidad en las vidas de las personas, también les impulsa a la santidad y a la sabiduría. Por lo tanto, “alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (v.11).
- Dialoguemos en grupo:
¿Cuántos de tus familiares más cercanos aún no disfrutan del perdón o justificación divina? ¿Les has hablado del evangelio?
¿Sueles confesar sinceramente tus pecados a Dios todos los días?
- Oremos en familia:
Pidamos por nuestros familiares y amigos que todavía no gozan de la felicidad de vivir en comunión con Dios por medio de Cristo.
Oremos para que Dios nos conceda arrepentirnos todos los días de nuestros pecados, y que en gozosa gratitud por su perdón, le sirvamos en este mundo.